GUARDANDO EL CORAZON

SERMONES
06-Oct-2024 | Guardando el corazón en tiempo de tentación | |
29-Sep-2024 | Guardando el corazón en tiempo de adversidad | |
22-Sep-2024 | Guardando el corazón en tiempo de prosperidad | |
15-Sep-2024 | El deber del Cristiano de Guardar su corazón | |
08-Sep-2024 | Necesidad de la Regeneración | |
01-Sep-2024 | Introducción al Proverbio 4:23 |
Introducción al Proverbio 4:23
1. El Estado del Corazón: Antes y Después de la Regeneración
Se describe el corazón del hombre como "su peor parte antes de ser regenerado, pero su mejor parte después". Esta transformación radical no es obra del hombre, sino resultado directo de la gracia soberana de Dios. Según Ezequiel 36:26, es Dios quien promete: “Os daré un corazón nuevo y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.”
Este cambio es parte de la doctrina de la regeneración, en la cual el corazón muerto en pecado (Efesios 2:1-3) es vivificado por el poder del Espíritu Santo (Efesios 2:4-5). Es importante señalar que, sin la gracia divina, el hombre está incapacitado para guardar su corazón correctamente, ya que, como Jeremías 17:9 declara: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”. Solo por medio de la gracia que cambia el corazón, el creyente puede vivir de acuerdo con los mandamientos de Dios.
2. La Exhortación: Guardar el Corazón con Diligencia
Se resalta que la exhortación de Proverbios 4:23 es guardar el corazón por encima de todo, pues es la fuente de todas las acciones y operaciones vitales. Este mandato subraya la importancia de una vigilancia constante sobre el estado espiritual del creyente. En la doctrina reformada, esto se alinea con el concepto de la perseverancia de los santos, donde el creyente, por la obra constante del Espíritu Santo, lucha diariamente contra el pecado para mantener su corazón alineado con Dios.
Jesús mismo confirma la centralidad del corazón en Lucas 6:45: "El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón, saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón, saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca." De aquí se entiende que la conducta exterior del cristiano es un reflejo directo de lo que hay en su corazón. Si este está lleno de la gracia de Dios, sus obras manifestarán esa realidad interna.
3. Dependencia Total de la Gracia de Dios
Aunque la exhortación "guarda tu corazón" parece requerir esfuerzo humano, se deja claro que no somos capaces de hacerlo por nuestras propias fuerzas. "Separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15:5). Esto nos lleva a las doctrinas de la gracia, en particular a la incapacidad total del hombre y la gracia irresistible.
El creyente, por naturaleza, es incapaz de mantener su corazón en un estado de santidad sin la ayuda constante de Dios. En Romanos 7:18, Pablo confiesa: “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.” Esta lucha muestra que, aunque el cristiano tiene el deber de guardar su corazón, su poder y capacidad vienen enteramente de Dios.
La gracia de Dios no solo nos llama al arrepentimiento, sino que también nos habilita para perseverar en la vida cristiana. Es Dios quien obra en nosotros "tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2:13). Por lo tanto, la vigilancia sobre el corazón depende de una gracia continua, un flujo constante del poder divino que nos guarda en el camino de la fe.
4. La Gracia como Fuente de Vida: Porque de Él Mana la Vida
La razón detrás de la exhortación de guardar el corazón es clara: “Porque de él mana la vida.” Este pasaje refleja la doctrina de la santificación, donde el creyente es progresivamente conformado a la imagen de Cristo por la acción del Espíritu Santo en su corazón. El corazón del creyente, ahora transformado por la gracia regeneradora, se convierte en la fuente de vida espiritual.
Se explica que el corazón es como el resorte de un reloj, poniendo en movimiento todo el ser. La conducta externa de una persona siempre será una manifestación de lo que hay en su interior, de modo que guardar el corazón es esencial para una vida cristiana que refleje el carácter de Cristo. Esto se refuerza en Salmo 119:11, que dice: "En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti". La Palabra de Dios es el medio principal por el cual el creyente guarda su corazón, sosteniéndose en las promesas y mandamientos de Dios.
5. La Dificultad y el Peligro de Descuidar el Corazón Se advierte sobre el peligro de descuidar el corazón. La expresión hebrea original, “mikkol-mish'mar”, implica un nivel extremo de diligencia. El apóstol Pedro nos recuerda en 1 Pedro 5:8 que debemos ser sobrios y vigilantes, ya que nuestro adversario, el diablo, anda como león rugiente, buscando a quien devorar.
El cristiano está continuamente bajo ataque, tanto desde fuera (el mundo y Satanás) como desde dentro (la carne y sus deseos pecaminosos). Por esta razón, debe poner una doble guardia sobre su corazón, confiando siempre en la ayuda de Dios para perseverar hasta el fin (Filipenses 1:6).
6. Aplicación: La Gran Obligación de la Vida Cristiana
Finalment se señala que guardar el corazón es la gran obligación de la vida cristiana. Sin un corazón vigilado y guiado correctamente, el creyente corre el riesgo de transgredir los límites de la gracia y de la religión, como menciona el apóstol Pablo en Romanos 7:23: “Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.”
Este llamado a guardar el corazón con temor y temblor hasta el último día es central en la vida cristiana. No se trata solo de tener "manos limpias", sino de una vigilancia constante sobre los afectos y deseos del corazón (Salmo 24:3-4). La verdadera pureza se encuentra en un corazón purificado por la gracia de Dios, sostenido por Su poder, y mantenido en comunión continua con Él.
Conclusión: El Poder y la Necesidad de la Gracia
El mensaje nos recuerda que guardar el corazón no es una tarea que podamos cumplir en nuestra propia fuerza. En última instancia, es la gracia de Dios la que sostiene, guía y transforma nuestro corazón para que podamos vivir una vida que glorifique a Dios. Tito 2:11-12 nos enseña que la gracia de Dios que trae salvación nos enseña a renunciar a la impiedad y a vivir vidas sobrias, justas y piadosas.
Por tanto, el creyente debe depender completamente de la obra de Cristo y del poder del Espíritu Santo para perseverar en esta vida.
Necesidad de la Regeneración
La enseñanza aborda el deber del cristiano de guardar su corazón, lo cual presupone una obra previa de regeneración por la gracia de Dios. Este deber no puede ser entendido ni cumplido sin una transformación radical del corazón, la cual ocurre únicamente por la acción del Espíritu Santo. En este contexto, la doctrina de la regeneración es fundamental, ya que sin la intervención de la gracia, el corazón está inclinado naturalmente hacia el pecado y no puede ser guardado de manera efectiva.
1. La Necesidad de la Regeneración: Un Nuevo Corazón
Se señala que antes de la regeneración, el ser humano está totalmente depravado, lo que significa que cada parte de su ser, incluyendo su corazón, está corrompida por el pecado. Romanos 3:10-12 nos enseña que "No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno." Esta condición muestra la incapacidad total del hombre para acercarse a Dios o para guardar su corazón.
La regeneración es un acto soberano de Dios en el cual el corazón de piedra es reemplazado por un corazón de carne, como lo describe Ezequiel 36:26: "Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne." Este cambio es esencial, ya que antes de la regeneración, el corazón del hombre es egoísta, motivado únicamente por su propio interés y en enemistad contra Dios. La gracia soberana de Dios obra en el hombre, llevándolo de la muerte espiritual a la vida, permitiéndole así cumplir con el mandato de guardar su corazón.
2. El Desorden del Corazón Caído
El corazón del hombre, en su estado natural, está completamente desordenado debido a la caída en el pecado. Romanos 8:7 dice: "La mente puesta en la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede." El corazón humano se opone a Dios en todos los aspectos: se opone a Dios como Creador, al elegir la auto-dependencia; se opone a Dios como Señor, al buscar hacer su propia voluntad; y se opone a Dios como fin último, buscando sus propios intereses en lugar de los de Dios.
Se señala que el corazón del hombre caído está lleno de ignorancia, rebelión y deseos desordenados, como lo describe Efesios 4:18-19: "Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza." En este estado, el hombre no tiene el poder de guardar su corazón de los deseos pecaminosos, ya que su naturaleza caída lo domina.
3. El Poder de la Gracia en la Regeneración
Sin embargo, cuando Dios regenera el corazón del hombre, ocurre un cambio radical. La gracia de Dios transforma el corazón y lo rectifica, restaurando la imagen de Dios en el hombre, como se enseña en Efesios 4:24: "Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad." Esta regeneración no solo cambia el comportamiento externo del hombre, sino que renueva su voluntad, su entendimiento y sus deseos.
El apóstol Pablo lo describe de manera muy clara en Romanos 6:6-7: "Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado." El creyente, ahora regenerado, ha sido liberado del poder del pecado, aunque todavía lucha con la naturaleza pecaminosa que queda en él. Aun así, el poder de la gracia santificadora le permite guardar su corazón y vivir una vida que agrada a Dios.
4. Guardar el Corazón: Un Deber de Todos los Días Se señala que guardar el corazón significa protegerlo del pecado que lo desordena y mantener una disposición espiritual adecuada para la comunión con Dios. Este deber no es una tarea ocasional, sino un esfuerzo constante. 1 Pedro 5:8 nos advierte que debemos estar "sobrios y vigilantes", porque nuestro adversario, el diablo, anda como león rugiente, buscando a quien devorar. Esta vigilancia es una expresión de la doctrina de la perseverancia de los santos, donde el cristiano, sostenido por la gracia de Dios, persevera en la fe hasta el fin.
Se utiliza la imagen de un instrumento musical: el corazón del creyente, aunque ha sido afinado por la gracia, puede desafinarse fácilmente debido al pecado. Por esta razón, debe ser afinado continuamente, lo que implica una observación constante del estado del corazón. Salmo 139:23-24 nos muestra la importancia de esta vigilancia: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno."
5. Seis Aspectos Claves para Guardar el Corazón
Se presentan seis aspectos clave que los creyentes deben tener en cuenta para guardar su corazón:
a) Observar la disposición del corazón: El creyente debe examinar constantemente el estado de su corazón para asegurarse de que está avanzando en santidad (Salmo 77:6).
b) Humillarse por el desorden del corazón: El creyente debe reconocer la corrupción que aún queda en su corazón y humillarse ante Dios, como lo hizo Ezequías en 2 Crónicas 32:26.
c) Orar fervorosamente por la gracia: La oración es esencial para pedir a Dios que enderece y purifique el corazón. Salmo 51:10 es una oración modelo: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí."
d) Evitar las ocasiones de pecado: El creyente debe ser prudente y evitar situaciones que puedan llevarlo a pecar, como lo hizo Job al hacer un pacto con sus ojos (Job 31:1).
e) Tener celo santo sobre el corazón: Un celo santo es necesario para evitar que las emociones desordenadas y los deseos pecaminosos se apoderen del corazón (Proverbios 28:14).
f) Ser conscientes de la presencia de Dios: Vivir siempre en la presencia de Dios es el mayor medio para guardar el corazón. Job 31:4 dice: "¿No ve Él mis caminos y cuenta todos mis pasos?"
6. El Deber Constante y Difícil de Guardar el Corazón
Se señala que guardar el corazón es el deber más difícil y constante en la vida cristiana. No es solo cuestión de evitar actos externos de pecado, sino de mantener la pureza interna y luchar contra el pecado en sus raíces. Esto requiere un esfuerzo diario, como lo expresa Pablo en Filipenses 2:12-13: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad."
Este esfuerzo no cesa hasta el final de la vida, como lo ilustra la batalla de Moisés contra Amalec en Éxodo 17:11-12. De la misma manera que las manos de Moisés debían mantenerse en alto para que Israel prevaleciera, el cristiano debe mantener la vigilancia sobre su corazón para que prevalezca sobre el pecado.
7. Conclusión: Un Corazón Guardado por la Gracia de Dios
Finalmente, se concluye que el deber de guardar el corazón es esencial en la vida cristiana. Dios no solo quiere nuestras acciones, sino que demanda nuestro corazón: "Dame, hijo mío, tu corazón" (Proverbios 23:26). Sin un corazón entregado y transformado por la gracia, todas las obras externas del hombre son inútiles ante Dios, como lo expresa Isaías 66:3: "El que sacrifica buey, es como si matase a un hombre... el que quema incienso, como si bendijese a un ídolo.
El deber del Cristiano de Guardar su corazón
1. La Gloria de Dios Está Implicada en Guardar el Corazón
La gloria de Dios es uno de los aspectos más fundamentales para guardar el corazón. El cristiano debe entender que su corazón es el escenario principal donde Dios es glorificado o deshonrado. Flavel menciona que la maldad del corazón es lo que más ofende a Dios. Génesis 6:5 muestra cómo Dios vio que "todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal", y esto fue la causa del diluvio. Dios juzgó no solo las acciones externas de la humanidad, sino la condición interna del corazón.
El corazón es el centro de donde emanan las acciones y los pensamientos. Isaías 66:3 señala que Dios desprecia los sacrificios externos cuando el corazón no está alineado con Él: "El que sacrifica un cordero, como el que desnuca a un perro". Aquí, Dios revela que no se agrada de las obras externas que no provienen de un corazón puro. Esta es una verdad clave en las doctrinas de la gracia, ya que la gracia regeneradora no solo transforma nuestras acciones, sino que empieza con una transformación interna, haciendo que el creyente se rinda completamente a Dios de corazón.
El llamado a guardar el corazón es, en esencia, un llamado a proteger la santidad de Dios en nuestras vidas. Cuando los pecados internos como el orgullo, la avaricia o el egoísmo no se controlan, Dios es ofendido. La gracia santificadora que obra en el creyente lo capacita para vivir en conformidad con la voluntad de Dios, glorificando a Dios en todos los aspectos de la vida.
2. La Sinceridad de Nuestra Profesión de Fe
Se enfatiza que la sinceridad de nuestra profesión cristiana depende directamente del cuidado que tengamos de nuestro corazón. Los pecados ocultos en el corazón pueden convertirnos en hipócritas, aunque exteriormente cumplamos con las prácticas religiosas. El ejemplo de Jehú en 2 Reyes 10:31 es instructivo: "Mas Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón". Jehú cumplió grandes obras, pero su corazón no estaba sinceramente dedicado a Dios, lo que lo hizo un hipócrita.
En el Nuevo Testamento, Simón el Mago también es un ejemplo de hipocresía. Aunque externamente parecía seguir a los apóstoles, Pedro le dijo en Hechos 8:21: "Tu corazón no es recto delante de Dios". Esto resalta la verdad de que uno puede estar involucrado en actividades religiosas sin tener un corazón transformado.
La gracia regeneradora que Dios otorga al creyente no solo cambia sus actos externos, sino que purifica el interior, alineando su corazón con los mandamientos de Dios. Ezequiel 33:31 describe a aquellos que parecen ser el pueblo de Dios pero cuyo corazón está lejos de Él: "Y vienen a ti como viene el pueblo, y se sientan delante de ti como pueblo Mío, oyen tus palabras y no las cumplen... sus corazones andan tras sus ganancias."
El guardar el corazón es la única manera de evitar caer en la hipocresía, asegurando que nuestras acciones y nuestras motivaciones internas estén alineadas con Dios. Las doctrinas de la gracia nos enseñan que, aunque somos llamados a examinar nuestras obras, es el cambio interno operado por el Espíritu Santo el que valida nuestra sinceridad delante de Dios.
3. La Belleza de Nuestras Vidas Fluye del Corazón
Se explica que la hermosura espiritual de la vida cristiana fluye de un corazón lleno de gracia. Es imposible que un corazón desordenado produzca una vida santa. Mateo 15:19 nos enseña que "del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios", y si no guardamos el corazón, estas malas acciones inevitablemente se manifestarán. La gracia santificadora transforma los pensamientos y deseos del creyente, haciendo que sus acciones reflejen la santidad de Dios.
El Salmo 37:30-31 describe esta conexión entre un corazón justo y una vida santa: "La boca del justo habla sabiduría... la ley de su Dios está en su corazón". Un corazón lleno de la Palabra de Dios producirá una vida hermosa, en la que las acciones y las palabras del creyente reflejan la gracia que ha recibido. 1 Pedro 2:11-12 también nos exhorta a "[mantener] buena vuestra manera de vivir", y esta belleza proviene de un corazón gobernado por la gracia.
Un cristiano que guarda su corazón con diligencia será un ejemplo para otros, y su vida será un testimonio visible de la gracia de Dios. Como dice Flavel, es el corazón el que determina la dirección de la vida, y solo un corazón ordenado por Dios producirá una vida de integridad y santidad.
4. El Consuelo de Nuestras Almas
Se resalta que el consuelo espiritual y la seguridad de salvación dependen en gran medida del cuidado del corazón. 2 Pedro 1:5-10 nos llama a ser diligentes en nuestra fe para confirmar nuestra vocación y elección. Aquellos que descuidan su corazón no experimentarán el consuelo y la seguridad que Dios promete a sus hijos. 2 Corintios 13:5 dice: "Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos". Este examen del corazón es esencial para experimentar la paz que solo Dios puede dar.
La seguridad de salvación no es algo que se otorga sin esfuerzo. Las doctrinas de la gracia nos enseñan que, aunque la seguridad final de nuestra salvación depende de Dios, debemos participar activamente en la vigilancia espiritual. Salmo 119:36-37 es un clamor para que Dios incline el corazón hacia Su Palabra y aleje los deseos vanos: "Inclina mi corazón a tus testimonios y no a la avaricia."
Dios ha unido la diligencia en el deber con el consuelo de nuestras almas. Solo aquellos que guardan su corazón con diligencia experimentarán plenamente el gozo y la seguridad de caminar con Dios.
5. El Progreso de las Gracias en el Corazón
El crecimiento en la vida cristiana depende de cómo guardamos el corazón. Las gracias como la fe, el amor y la esperanza están arraigadas en el corazón. Efesios 3:16-17 dice que debemos estar "arraigados y cimentados en amor", lo que implica que el corazón es el suelo donde crecen las gracias espirituales. Si el corazón está lleno de pensamientos vanos y pecaminosos, la gracia de Dios no podrá florecer como debería.
El Salmo 139:17-18 nos muestra cómo el creyente puede meditar en los pensamientos preciosos de Dios, los cuales refrescan y renuevan el corazón. En cambio, cuando el corazón está lleno de distracciones y deseos mundanos, la gracia santificadora es sofocada, impidiendo que el creyente crezca en santidad.
6. La Estabilidad en Tiempos de Tentación
Finalmente, se enfatiza que el corazón vigilante es el mejor escudo contra las tentaciones. Satanás ataca principalmente el corazón, y si logra corromperlo, todo el ser cae en pecado. Santiago 1:14-15 describe cómo la tentación progresa desde el deseo hasta el pecado consumado. Guardar el corazón es vital para detener este proceso en sus primeras etapas. 1 Pedro 5:8-9 nos exhorta a ser sobrios y vigilantes, resistiendo al diablo firmes en la fe.
La doctrina de la perseverancia de los santos nos enseña que Dios sostiene a sus hijos, pero esto no excluye la vigilancia personal. Los cristianos deben estar siempre alertas, protegiendo su corazón de los ataques del enemigo. Efesios 6:11 nos llama a vestir toda la armadura de Dios para resistir las asechanzas del diablo, y parte de esta armadura es la vigilancia sobre el corazón.
Conclusión: El Deber de Guardar el Corazón con Toda Diligencia
Guardar el corazón es un deber central en la vida cristiana. Está profundamente conectado con nuestra relación con Dios, nuestra vida de fe y nuestro testimonio ante el mundo. Las doctrinas de la gracia enseñan que, aunque dependemos totalmente de Dios para nuestra salvación y perseverancia, estamos llamados a colaborar activamente con la obra del Espíritu Santo, guardando diligentemente nuestro corazón. Efesios 3:20-21 nos recuerda que todo lo que hacemos depende del poder de Dios en nosotros: "Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos... a Él sea la gloria."
En resumen, guardar el corazón es esencial para glorificar a Dios, demostrar la sinceridad de nuestra fe, vivir vidas santas, experimentar el consuelo de Dios, crecer en gracia y resistir la tentación.
Guardando el corazón en tiempo de prosperidad
Se inicia reconociendo que el deber de guardar el corazón es constante a lo largo de la vida cristiana, sin importar las circunstancias. Sin embargo, identifica momentos específicos que requieren una mayor vigilancia. Uno de esos momentos críticos es el tiempo de prosperidad, cuando la providencia de Dios parece sonreír y acunar al creyente con bendiciones terrenales.
En realidad durante la abundancia, el corazón está más inclinado al orgullo y a la seguridad carnal, dos trampas que pueden desviar al cristiano de su comunión con Dios. Incluso el buen rey Ezequías, conocido por su piedad, cayó en la tentación de la vanagloria al ser bendecido abundantemente. De hecho, Deuteronomio 6:10-12 advierte al pueblo de Israel que no se olviden de Dios cuando disfruten de las bendiciones de la tierra prometida: "Entonces ten cuidado, no sea que te olvides del Señor que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre".
En tiempos de prosperidad, el corazón puede volverse autosuficiente y alejarse de Dios, como sucedió con Israel, que al prosperar "abandonó a Dios que lo hizo" (Deuteronomio 32:15). La gracia nos enseña que, aunque disfrutamos de las bendiciones materiales de Dios, estas no deben desplazar nuestra dependencia de Él. En 1 Timoteo 6:17, Pablo exhorta a los ricos a "no poner su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios".
Tentaciones Asociadas con la Prosperidad
Se señala que una de las mayores tentaciones que trae la prosperidad es la autosuficiencia. La riqueza puede hacernos olvidar que dependemos completamente de Dios, y la seguridad carnal puede instalarse fácilmente en nuestro corazón. Cristo mismo advirtió en Mateo 19:24 que "es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios". Aquí, las doctrinas de la gracia subrayan que la salvación es imposible sin la obra soberana de Dios, ya que el hombre por sí mismo, cegado por sus riquezas, no puede salvarse.
El peligro de la prosperidad radica en que esta puede embotar el sentido espiritual. Flavel comenta que muchos cristianos fueron más humildes y espirituales cuando estaban en condiciones humildes, pero al prosperar, su vida espiritual se debilitó. Jeremías 2:31 describe esta realidad cuando el pueblo de Israel, habiendo prosperado en Canaán, dijo: "Señores somos; nunca más vendremos a ti".
Consejos para Guardar el Corazón en la Prosperidad
Menciono siete consideraciones para ayudar a los cristianos a guardar el corazón en tiempos de prosperidad:
a) Considerar las tentaciones cautivadoras de la prosperidad: La Escritura enseña que pocos ricos entrarán en el reino de Dios. Es un llamado a temer por nuestras almas cuando estamos rodeados de comodidades terrenales. 1 Corintios 1:26 nos recuerda que no muchos nobles y poderosos son llamados.
b) Reflexionar en cómo la prosperidad ha perjudicado a muchos cristianos: Se destaca que algunos cristianos han caído en la tentación del orgullo y la autosuficiencia al recibir bendiciones materiales. Por ejemplo, Israel, en su estado de necesidad en el desierto, era santo para el Señor (Jeremías 2:3), pero al prosperar en Canaán, su espiritualidad disminuyó.
c) Reconocer que las ganancias externas se logran con pérdidas internas: Se recuerda que el crecimiento espiritual puede ser obstaculizado por la prosperidad. Mientras los cristianos prosperan materialmente, su comunión con Dios puede debilitarse, y sus deberes piadosos pueden perder el sabor espiritual.
d) Dios no valora a nadie por sus excelencias externas: Se señala que Dios no mira las riquezas externas, sino el corazón humilde. 1 Pedro 3:4 menciona que el adorno interno, "el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible", es lo que es de gran valor para Dios. Hechos 10:35 afirma que "en toda nación, el que le teme y hace lo justo le es acepto".
e) Recordar las lamentaciones de los moribundos: Se advierte que muchas personas, al borde de la muerte, lamentan haber puesto su corazón en las riquezas en lugar de en Dios. Da el ejemplo del Papa Pío V, quien, al morir, exclamó que, aunque antes tenía esperanza de salvación, al llegar al papado la había perdido.
f) Considerar que las cosas terrenales son obstrucciones para el alma en el camino hacia el cielo: La prosperidad puede cerrar el cielo presente, aunque no necesariamente al final. Flavel señala que aquellos que son peregrinos en este mundo tienen pocas razones para deleitarse en las cosas materiales.
g) Reflexionar sobre la responsabilidad de rendir cuentas por las misericordias recibidas: En Lucas 12:48, Jesús dice: "A quien se le ha dado mucho, mucho se le demandará". Se recuerda que tendremos que dar cuenta a Dios por las bendiciones materiales recibidas, lo que debería humillarnos y hacernos vigilantes en el uso de nuestras riquezas.
El Ejemplo de Otros Creyentes Humildes
Se menciona el ejemplo de personajes bíblicos como Jacob y David, quienes recibieron abundantes bendiciones materiales, pero permanecieron humildes ante Dios. Cuando Jacob fue bendecido en exceso, dijo: "Indigno soy de toda misericordia y de toda la fidelidad que has mostrado a tu siervo" (Génesis 32:10). De manera similar, cuando Dios prometió establecer la casa de David, este se postró y dijo: "¿Quién soy yo, Señor, y qué es mi casa, para que me hayas traído hasta aquí?" (2 Samuel 7:18).
Este tipo de humildad en medio de la prosperidad es lo que Dios espera de sus hijos. Esdras 9:13-14 ofrece un ejemplo de cómo las misericordias de Dios deben llevarnos a una mayor obediencia, no al orgullo o al pecado: "Después de todo lo que nos ha sobrevenido a causa de nuestras malas obras... ¿hemos de quebrantar de nuevo tus mandamientos?".
Conclusión: La Prosperidad como una Prueba Espiritual
Para concluir, se enseña que la prosperidad es una prueba espiritual que puede revelar la verdadera condición del corazón del cristiano. Si las bendiciones materiales nos llevan al orgullo y a la autosuficiencia, debemos temer por nuestra relación con Dios. En cambio, si respondemos con humildad y gratitud, reconociendo que todo lo que tenemos proviene de Dios y usando nuestras bendiciones para su gloria, estaremos guardando nuestro corazón en medio de la prosperidad.
Este llamado a la vigilancia espiritual en tiempos de abundancia refleja las doctrinas de la gracia, que nos enseñan que todo lo que tenemos y somos proviene de la bondad de Dios. Nuestra dependencia de Dios es absoluta, incluso en tiempos de prosperidad. Mantener un corazón humilde y rendido a Dios es esencial para vivir una vida que glorifique a Aquel que nos ha dado todas las cosas.
Guardando el corazón en tiempo de adversidad
El sermón presenta una visión profundamente teológica sobre el papel de la aflicción en la vida del cristiano desde la perspectiva de las doctrinas de la gracia, abordando la soberanía de Dios, la preservación de los santos y la transformación espiritual que Él efectúa a través del sufrimiento.
1. El Propósito de Dios en la Aflicción
Se comienza señalando que la aflicción no es un evento casual en la vida del creyente, sino una herramienta ordenada y diseñada por Dios para cumplir su gran propósito de amor electivo. Los creyentes deben entender que cada dolor, cada pérdida y cada tribulación tienen un objetivo espiritual que contribuye a su bien eterno. Los siguientes versículos fundamentan esta enseñanza:
Job 5:6: “Porque la aflicción no sale del polvo, ni la molestia brota de la tierra.”
Efesios 1:11: “En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad.”
Isaías 27:9: “De esta manera, pues, será perdonada la iniquidad de Jacob; y este será todo el fruto de quitar su pecado.”
Hebreos 12:10: “Pero él, para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.”
Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
Se refuerza que las aflicciones son medios santificados por los cuales Dios extrae el orgullo y la seguridad carnal del corazón del creyente, transformándolas en bendiciones. Así como el salmista declara:
Salmo 119:71: “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos.”
2. La Soberanía de Dios en la Adversidad
Dios, en su soberanía, controla cada circunstancia, incluyendo las aflicciones. Todo lo que acontece es por Su designio perfecto y para el bien del creyente. Los versículos que ilustran este control soberano incluyen:
2 Samuel 7:14-15: “Yo seré su padre, y él será mi hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él, como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti.”
Aunque Dios corrige con varas de aflicción, nunca apartará su misericordia de aquellos que ha elegido en Cristo. El creyente debe recordar que incluso en la disciplina, Dios no deja de ser su Padre.
3. El Amor Paternal de Dios en Medio de la Disciplina
Se enfatiza que, como un padre compasivo, Dios nunca permite que la aflicción destruya a sus hijos, sino que es un medio para purificar sus almas. Este amor paternal y providencial se revela en:
Mateo 7:11: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”
Jeremías 25:6: “No vayáis tras dioses ajenos para servirles y adorarlos, ni me provoquéis a ira con la obra de vuestras manos; y no os haré mal.”
Dios, como Padre, sólo ordena aquellas aflicciones que producirán un fruto espiritual en el creyente, preservando su alma del mal. Como lo expresa Hebreos:
Hebreos 13:5: “No te desampararé, ni te dejaré.”
El amor inquebrantable de Dios asegura la perseverancia del creyente aun en medio de la pérdida y el dolor.
4. La Gracia Santificadora en la Aflicción
El autor recuerda que las aflicciones son una respuesta a las oraciones sinceras de los creyentes para liberarlos del pecado y llevarlos a una relación más profunda con Cristo. La aflicción despoja al creyente de las comodidades terrenales para que su corazón sólo encuentre su descanso en Dios.
Oseas 2:6: “Por tanto, he aquí, yo rodearé de espinos su camino, y la cercaré con seto, y no hallará sus caminos.”
Las aflicciones, como espinos, cierran el camino del pecado, dirigiendo al creyente a la santidad. También, muestran la vanidad de las cosas mundanas que fácilmente desvían el corazón del Señor. A través de la adversidad, Dios lleva a cabo el proceso de mortificar la corrupción interna y producir frutos de justicia.
5. El Consuelo de la Gracia: La Comparación con la Condición de los Incrédulos
Se concluye con un llamado a considerar la condición de los condenados y a recordar que, a pesar de nuestras aflicciones, no estamos bajo la ira de Dios. Nuestro sufrimiento no es castigo sino disciplina amorosa.
Miqueas 7:7: “Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá.”
El creyente, incluso cuando está despojado de todo bien material, siempre tiene acceso a Dios. Mientras que el impío sufre sin esperanza, el cristiano tiene un refugio seguro en su Padre celestial.
Lamentaciones 3:39-42: “¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado. Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová.”
La exhortación final del sermón es a no resentirse con Dios en medio de la aflicción, sino a recordar que incluso el sufrimiento más grande es una misericordia cuando lo comparamos con lo que merecemos por nuestros pecados.
6. Conclusión: La Gracia Suficiente de Dios
El sermón enseña que la gracia de Dios es suficiente para sostener al creyente en medio de la adversidad. Todas las cosas —incluyendo las aflicciones— obran para su bien (cf. Romanos 8:28) y para su conformidad a la imagen de Cristo. Dios, en su soberanía y gracia, usa cada tribulación para preparar a su pueblo para la gloria eterna, cumpliendo fielmente su pacto de redención.
Este resumen muestra cómo las doctrinas de la gracia (la elección soberana de Dios, la perseverancia de los santos y la redención eterna) son aplicadas de manera pastoral para consolar y fortalecer a los creyentes en medio de las pruebas.
Guardando el corazón en tiempo de tentación
En este sermón se analiza la manera de mantener el corazón vigilante en momentos de tentación, enfocándose en los métodos que utiliza Satanás para incitar al pecado y cómo un cristiano puede resistirlo. El tema central se orienta en la importancia de proteger el corazón, ya que es la "fortaleza" desde donde fluyen las decisiones y deseos del creyente. Esto se alinea perfectamente con las doctrinas de la gracia desde una perspectiva soteriológica, enfatizando la total dependencia del creyente en la obra redentora de Cristo y la operación del Espíritu Santo para perseverar en santidad.
1. Depravación Total y la Necesidad de Vigilancia: Se menciona que “en la hora crítica de la tentación, Satanás asedia de cerca el fuerte real del corazón de un cristiano” y que muchos fallan en “detectar las falacias” del enemigo. Esto es un reflejo de la doctrina de la depravación total, que enseña que el corazón humano está profundamente afectado por el pecado y que, sin la ayuda de la gracia, el creyente no puede reconocer el peligro del mal (Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”).
Biblia: Cristo mismo enfatiza esta vigilancia cuando dice: “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Marcos 14:38). Esto implica que la inclinación natural del hombre caído es caer en el pecado, y solo por la intervención divina puede resistir.
Doctrina: Sin la regeneración del Espíritu Santo, el creyente no tiene poder para discernir y refutar las tentaciones. La doctrina de la gracia irresistible se refleja en que solo un corazón transformado puede rechazar la atracción del pecado.
2. Elección Incondicional y Protección Divina: El sermón sugiere que “guardar el corazón en esos tiempos no es menos una misericordia que un deber”, lo que implica que esta capacidad de resistir proviene de la misericordia de Dios. La elección incondicional nos enseña que es Dios quien inicia y sostiene la fe del creyente. Aquellos que son elegidos por Dios están protegidos y preservados incluso en medio de las tentaciones más severas (1 Pedro 1:5: “...que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación”).
Biblia: En Judas 1:24 se nos asegura: “Y a Aquel que es poderoso para guardarlos sin caída y para presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”.
Doctrina: La seguridad de la elección implica que el creyente no es dejado solo a sus propios recursos; Dios proporciona el medio y la capacidad para resistir la tentación.
3. Expiación Limitada y el Valor del Alma: El sermón señala que Satanás a menudo utiliza el argumento de la “ganancia y beneficio” del pecado. El corazón puede refutar esta tentación considerando el valor del alma en comparación con las riquezas temporales. Aquí se destaca la doctrina de la expiación limitada: Cristo no derramó Su sangre por cosas perecederas, sino para redimir a Su pueblo. Por lo tanto, el creyente es llamado a valorar su alma por encima de cualquier ganancia temporal.
Biblia: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” (Marcos 8:36).
Doctrina: La expiación de Cristo asegura la salvación de Su pueblo específico y les da el poder para decir no a las ganancias pecaminosas, porque han sido comprados por un precio precioso (1 Corintios 6:20).
4. Gracia Irresistible y la Respuesta al Placer del Pecado: Uno de los argumentos más efectivos de Satanás es el placer temporal del pecado. Sin embargo, la gracia irresistible actúa transformando los deseos del creyente, dándole un gusto superior por la obediencia a Dios sobre el pecado. Este cambio en el corazón y el deseo solo puede provenir de la obra regeneradora del Espíritu Santo.
Biblia: En Salmo 16:11, David dice: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre”.
Doctrina: El gozo del creyente en la obediencia proviene de la nueva naturaleza implantada por Dios (Ezequiel 36:26), que le permite experimentar el verdadero deleite en Dios.
5. Perseverancia de los Santos y la Gracia en la Tentación: El sermón menciona cómo Satanás a veces utiliza el argumento de la “gracia de Dios” para instar al cristiano a pecar, asegurándole que Dios perdonará. Sin embargo, esta tentación debe ser resistida considerando la gravedad del pecado voluntario y presuntuoso. La perseverancia de los santos enseña que los verdaderos creyentes no utilizarán la gracia como licencia para pecar, sino que serán sostenidos por Dios hasta el final.
Biblia: “¿Qué diremos entonces? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera” (Romanos 6:1-2).
Doctrina: La perseverancia de los santos implica que, aunque el creyente pueda caer, nunca se deleitará en el pecado sin experimentar la disciplina y corrección del Padre (Hebreos 12:6).
Conclusión:
El sermón proporciona un marco práctico y bíblico para resistir la tentación, pero desde un punto de vista soteriológico, se enfatiza que la habilidad del creyente para “guardar su corazón” proviene enteramente de la gracia soberana de Dios. La dependencia en la obra de Cristo y la constante operación del Espíritu Santo son esenciales para entender que la resistencia a la tentación no es un esfuerzo puramente humano, sino el fruto de la obra redentora y preservadora de Dios en la vida del creyente (Filipenses 2:12-13).
Cada argumento de Satanás es refutado no solo con sabiduría práctica, sino con la verdad teológica de que Dios es quien guarda y preserva a Su pueblo. Como Cristo prometió: “Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27-28).
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