EVANGELIO DE LUCAS (13 - 16)
CAPITULO 16
14-Abr-2024 | "Vida o muerte", Lucas 16:19-31 | |
07-Abr-2024 | "El aborrecimiento de la verdad", Lucas 16:14-18 | |
31-Mar-2024 | "Un depósito para la eternidad", Lucas 16:1-13 |
CAPITULO 15
24-Mar-2024 | "Parábola de los hijos perdidos", Lucas 15:25-32 | |
17-Mar-2024 | “El incomprensible amor de Dios”, Lucas 15:11-24 | |
10-Mar-2024 | "El gozo de Dios en la salvación”, Lucas 15:1-10 |
CAPITULO 14
18-Feb-2024 | “Te costará todo”, Lucas 14:25-35 | |
11-Feb-2024 | “Parábola de la gran cena”, Lucas 14:15-24 | |
04-Feb-2024 | “Una lección de humildad”, Lucas 14:7-14 | |
28-Ene-2024 | “Entre la Gracia y el legalismo”, Lucas 14:1-6 |
CAPITULO 13
21-Ene-2024 | “Rechazando el amor de Dios”, Lucas 13:34-35 | |
14-Ene-2024 | “El avance del evangelio”, Lucas 13:31-33 | |
07-Ene-2024 | "Eres Salvo ?", Lucas 13:22-30 | |
31-Dic-2023 | “Parábolas del reino”, Lucas 13:18-21 | |
24-Dic-2023 | “Lecciones de un milagro”, Lucas 13:10-17 | |
17-Dic-2023 | “Dios espera frutos de su pueblo”, Lucas 13:6-9 | |
10-Dic-2023 | “El arrepentimiento”, Lucas 13:1-5 |
Resumen Evangelio de Lucas (1 de 2)
Autor:
El Evangelio de Lucas no identifica a su autor, aunque de Lucas 1:1-4 y Hechos 1:1-3, claramente se deduce que el mismo autor escribió tanto Lucas como Hechos, dirigidos ambos al “excelentísimo Teófilo”, posiblemente un dignatario romano. La tradición de los primeros días de la iglesia es que Lucas, un médico y compañero cercano del Apóstol Pablo, fue quien escribió Lucas y Hechos (Colosenses 4:14; 2 Timoteo 4:11). Esto haría de Lucas el único gentil que participó con libros de las Escrituras.
Fecha de su Escritura:
El Evangelio de Lucas fue escrito probablemente entre el 58 y el 65 d.C.
Propósito de la Escritura:
Al igual que los otros dos evangelios sinópticos –Mateo y Marcos- el propósito de este libro es revelar al Señor Jesucristo y todo “acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba” (Hechos 1:1-2). El Evangelio de Lucas es único en cuanto a la meticulosidad de su historia –una “narración ordenada” (Lucas 1:3) consecuente con la mentalidad médica de Lucas –quien con frecuencia da detalles que otros narradores omiten. La historia de Lucas sobre la vida del Gran Médico, enfatiza Su ministerio y compasión por gentiles, samaritanos, mujeres, niños, cobradores de impuestos, pecadores, y otros considerados como marginados en Israel.
Versículos Clave:
Lucas 2:4-7, “Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”.
Lucas 3:16, “Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”.
Lucas 4:18-19, 21, “‘El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.’ Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.
Lucas 18:31-32, “Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido”.
Lucas 23:33-34, “Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes”.
Lucas 24:1-3, “El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús”.
Breve Resumen:
Llamado el más bello libro jamás escrito, Lucas comienza por decirnos acerca de los padres de Jesús; el nacimiento de Su primo, Juan el Bautista; el viaje de María y José a Belén, donde Jesús nace en un pesebre; y la genealogía de Cristo a través de María. El ministerio público de Jesús, revela Su perfecta compasión y perdón a través de las historias del hijo pródigo, el hombre rico y Lázaro, y el buen samaritano. Mientras que muchos creen en este amor sin prejuicios que sobrepasa todos los límites humanos, muchos otros –especialmente los líderes religiosos- desafían y se oponen a las pretensiones de Jesús. Los seguidores de Cristo son animados a evaluar el costo del discipulado, mientras Sus enemigos buscan Su muerte en la cruz. Finalmente, Jesús es traicionado, juzgado, sentenciado, y crucificado. ¡Pero la tumba no puede detenerlo! Su Resurrección asegura la continuación de Su ministerio de buscar y salvar a los perdidos.
Conexiones:
Como gentil, las referencias de Lucas al Antiguo Testamento son relativamente pocas, comparadas con el Evangelio de Mateo, y la mayoría de las referencias del Antiguo Testamento están en las palabras dichas por Jesús, más que en la narración de Lucas. Jesús utiliza el Antiguo Testamento para defenderse contra los ataques de Satanás, respondiéndole con “Escrito está” (Lucas 4:1-3); para identificarse a Sí mismo como el Mesías prometido (Lucas 4:17-21); para recordar a los fariseos su imposibilidad de guardar la Ley y su necesidad de un Salvador (Lucas 10:25-28, 18:18-27); y para confundir su conocimiento cuando trataban de engañarlo y probarlo (Lucas 20).
Aplicación Práctica:
Lucas nos muestra un hermoso retrato de nuestro compasivo Salvador. Jesús no se sentía “incomodado” por los pobres y los necesitados; de hecho, ellos eran un importante objetivo en Su ministerio. En los tiempos de Jesús, Israel era una sociedad muy consciente de sus clases sociales. Los débiles y los oprimidos eran literalmente incapaces de mejorar su suerte en la vida, y estaban especialmente abiertos al mensaje de que “el reino de Dios se ha acercado” (Lucas 10:9). Este es un mensaje que debemos llevar a todos aquellos a nuestro alrededor que necesitan desesperadamente escucharlo. Aún en países comparativamente prósperos –tal vez especialmente por ello- la necesidad espiritual es tremenda. Los cristianos deben seguir el ejemplo de Jesús y llevar las buenas nuevas de salvación a los espiritualmente pobres y necesitados. El reino de Dios se ha acercado y el tiempo se acorta cada día.
El problema de los falsos maestros, Lucas 20:40-47
Este sermón analiza las advertencias de Jesús hacia los falsos maestros dentro del contexto del capítulo 20 de Lucas, focalizándose en los versículos 45 al 47. Aunque Lucas lo presenta en solo tres versículos, la enseñanza completa de Jesús se expande en 36 versículos en Mateo 23, donde el Señor pronuncia una serie de "¡Ay de vosotros!" hacia los escribas y fariseos por sus actitudes y prácticas corruptas. Este análisis teológico y homilético refleja la naturaleza engañosa del corazón humano y la corrupción que puede prevalecer incluso en los lugares de mayor responsabilidad religiosa. El sermón es particularmente relevante para comprender cómo las doctrinas de la gracia exponen y condenan tales prácticas y actitudes, subrayando la total depravación del ser humano y la necesidad de un corazón transformado por la gracia de Dios.
Contexto Histórico y Teológico:
Son los últimos días de la vida terrenal de Jesús. Nos encontramos en un momento de intensa confrontación con los líderes religiosos de Israel, quienes representaban la cúpula del sistema religioso de su tiempo. Jesús, consciente de que su crucifixión estaba cercana, decide enfrentar abiertamente a los escribas, fariseos y saduceos, revelando la corrupción de sus corazones. Se destaca que Jesús había sido cuestionado previamente sobre su autoridad (Lucas 20:1-8) y que, ante la negativa de los líderes a reconocer el origen del ministerio de Juan el Bautista, Jesús responde con parábolas que reflejan la continua obstinación de Israel en rechazar la voz de Dios.
Se revela además cómo los falsos maestros no solo distorsionan la verdad doctrinalmente, sino que también modelan una conducta totalmente opuesta a la piedad que dicen enseñar. En este sentido, se aborda tanto la mala doctrina como la hipocresía práctica, dos aspectos inseparables en el análisis de los falsos maestros.
Exposición de los Versículos Clave: Lucas 20:45-47
Jesús dice:
“Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos: Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; estos recibirán mayor condenación” (Lucas 20:45-47).
En este breve pasaje, Jesús expone cinco características principales de los falsos maestros, que sirven como advertencia a la iglesia:
- Buscan el reconocimiento externo: Los escribas gustaban de ser vistos en lugares públicos con ropas largas que representaban piedad y devoción. Las vestimentas, adornadas y ostentosas, simbolizaban autoridad religiosa. Sin embargo, Jesús denuncia que la búsqueda de reconocimiento externo es evidencia de un corazón alejado de Dios. Esto contrasta con la verdadera piedad que no busca ser vista, sino que actúa en secreto, como se enseña en Mateo 6:1-6.
- Desean los primeros lugares de honor: Anhelaban las salutaciones en las plazas y las primeras sillas en las sinagogas. Este deseo de prominencia demuestra su profundo orgullo y autosuficiencia, y es una señal de su falta de humildad. La humildad es un elemento fundamental en las doctrinas de la gracia, donde se enfatiza la absoluta dependencia del ser humano de la gracia soberana de Dios (1 Pedro 5:5-6). Los falsos maestros, en cambio, buscan exaltarse a sí mismos.
- Son oportunistas y codiciosos: Jesús denuncia que devoran las casas de las viudas, un acto de total abuso de autoridad. El antiguo pacto exhortaba a Israel a cuidar de las viudas y huérfanos (Éxodo 22:22; Deuteronomio 10:18), pero estos líderes espirituales manipulaban su posición para ganar acceso a las propiedades de las viudas indefensas, traicionando así la justicia de Dios. Este comportamiento muestra la depravación total del ser humano, capaz de usar la piedad como pretexto para satisfacer sus propios deseos pecaminosos.
- Fingen espiritualidad con oraciones largas: Usaban las oraciones largas como una pantalla para cubrir sus malas intenciones. Esto refleja lo que Pablo describe en 2 Timoteo 3:5, donde habla de aquellos que tienen "apariencia de piedad, pero niegan la eficacia de ella". Estas oraciones no nacían de un corazón contrito, sino que eran un medio para engañar a los demás. Las doctrinas de la gracia subrayan que la verdadera oración es fruto del Espíritu Santo, quien intercede conforme a la voluntad de Dios (Romanos 8:26-27).
- Recibirán mayor condenación:Jesús concluye que estos falsos maestros recibirán mayor condenación porque, al estar en una posición de mayor conocimiento y responsabilidad, son doblemente culpables. Santiago 3:1 advierte: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación”. Los falsos maestros abusan de su posición para guiar a otros a la perdición, una traición de la confianza de las ovejas que Dios ha encomendado a sus cuidados.
Paralelo con Mateo 23: Los ¡Ay de Jesús!
Se resalta cómo los versículos de Lucas son un resumen del discurso de Jesús en Mateo 23, donde se enumeran ocho "¡Ay de vosotros!" que reflejan la corrupción de estos líderes. Cada "¡Ay!" representa un juicio divino contra los que usaban la ley de Dios para su propia gloria y ganancia. Estos "¡Ay!" pueden entenderse como una condena divina que refleja la enseñanza de las doctrinas de la gracia, particularmente la justicia y la santidad de Dios frente a la pecaminosidad humana.
Ejemplos de los ¡Ay de Jesús! (Mateo 23):
- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres (Mateo 23:13). Este juicio refleja la incapacidad de los falsos maestros de llevar a otros a la verdadera salvación porque ellos mismos están espiritualmente muertos.
- ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor” (Mateo 23:16). Jesús denuncia la manipulación de los detalles de la ley para beneficio propio, revelando la completa falta de temor de Dios en sus corazones.
- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados (Mateo 23:27). Por fuera se presentan como piadosos, pero por dentro están llenos de inmundicia. Este "¡Ay!" capta la esencia de su hipocresía y la condena total de Dios a su falsa piedad.
Aplicación a las Doctrinas de la Gracia:
- Depravación Total: Los falsos maestros reflejan la depravación total del ser humano, que no solo es incapaz de hacer el bien, sino que usa incluso la religión para sus propios fines. Su hipocresía, orgullo y codicia son expresiones de la corrupción interna del corazón, que solo la gracia de Dios puede redimir (Romanos 3:10-18).
- Soberanía de Dios: Los líderes religiosos no reconocen a Cristo como el Mesías prometido y se aferran a su propio poder. Esto muestra la resistencia del ser humano a la soberanía de Dios y la necesidad de un nuevo nacimiento que viene solo de la obra regeneradora del Espíritu Santo (Juan 3:3-8).
- Justificación por Fe:Los falsos maestros promovían una religión de obras y apariencia, completamente opuesta a la justificación por fe en Cristo. Mientras ellos buscaban su justificación ante los hombres, la verdadera justicia solo se encuentra en Cristo y su obra redentora (Filipenses 3:9).
- Perseverancia de los Santos:La advertencia de Jesús es también un llamado a la perseverancia de sus discípulos para no dejarse engañar. Los verdaderos discípulos deben guardar su corazón y estar atentos a la verdad de Dios, permaneciendo en la gracia que Él otorga para no caer en el error (Judas 1:24-25).
Conclusión:
Es un llamado a la iglesia a discernir y a cuidarse de los falsos maestros que utilizan la religión como una máscara para sus propios intereses. Las doctrinas de la gracia nos recuerdan que la verdadera fe se evidencia en humildad, dependencia de Dios y un amor genuino por su verdad. Los falsos maestros son un peligro real porque distorsionan la verdad y llevan a muchos a la perdición. Por tanto, el llamado es a permanecer firmes en la verdad del evangelio y a reconocer que solo Cristo es nuestra guía y Pastor verdadero.
Jesús en el templo, la Piedra angular", Lucas 20:17-18
El sermón titulado “Jesús en el templo, la cuestión de la resurrección” basado en Lucas 20:27-40 trata de la confrontación entre los saduceos y Jesús sobre la doctrina de la resurrección. Este pasaje revela tanto la sabiduría de Jesús al responder a las preguntas capciosas como la importancia teológica de la resurrección.
1. El desafío de los saduceos (Lucas 20:27-33)
Los saduceos, un grupo religioso que no creía en la resurrección, se acercaron a Jesús con una pregunta con el fin de ridiculizar esta doctrina. Citan la ley del levirato, la cual establecía que si un hombre moría sin hijos, su hermano debía casarse con la viuda para levantar descendencia (Deuteronomio 25:5-10). Presentan un escenario absurdo en el que una mujer se casa sucesivamente con siete hermanos, todos de los cuales mueren sin dejar descendencia, y preguntan: “En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer?” (Lucas 20:33).
La intención de los saduceos no era buscar la verdad, sino ridiculizar la creencia en la resurrección y desacreditar a Jesús. Hechos 23:8 nos dice que “los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu”. Ellos eran materialistas en su pensamiento y creían que, después de la muerte, tanto el cuerpo como el alma dejaban de existir. Su pregunta refleja su incredulidad y su intento de exponer la resurrección como una idea absurda e irracional.
2. La respuesta de Jesús: Una corrección fundamental (Lucas 20:34-36)
Jesús responde corrigiendo su error fundamental. Primero, les aclara que “los hijos de este siglo se casan y se dan en casamiento, pero los que fueran tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan ni se dan en casamiento” (Lucas 20:34-35). Jesús explica que la vida después de la resurrección será completamente diferente de la vida presente, en donde las necesidades físicas como el matrimonio ya no tendrán sentido, porque las personas “no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles” (Lucas 20:36).
La enseñanza de Jesús aquí es clara: la vida futura no será una simple continuación de la vida actual. Las relaciones humanas, como el matrimonio, están destinadas a esta vida terrenal, pero en la resurrección, las personas serán inmortales y gozarán de una existencia totalmente distinta. 1 Corintios 15:42-44 explica que el cuerpo que se siembra en corrupción resucitará en incorrupción, y que lo que es natural resucitará en un cuerpo espiritual.
Al comparar a los resucitados con los ángeles, Jesús no está diciendo que las personas se convertirán en ángeles, sino que serán inmortales como ellos, ya que no habrá más muerte en la nueva creación (Apocalipsis 21:4).
3. La resurrección y la relación eterna con Dios (Lucas 20:37-38)
Para responder específicamente a los saduceos y su incredulidad sobre la resurrección, Jesús cita el pasaje de la zarza ardiente en Éxodo 3:6, donde Dios se revela a Moisés como el “Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Jesús señala que Dios es “no Dios de muertos, sino de vivos” (Lucas 20:38), porque todos viven para Él. Aunque Abraham, Isaac y Jacob habían muerto físicamente siglos antes, Jesús afirma que ellos siguen vivos en la presencia de Dios.
Este argumento es clave para la doctrina de la resurrección. Dios no se define como el Dios de aquellos que están muertos y olvidados, sino como el Dios de aquellos que siguen vivos en comunión con Él. Hebreos 11:16 habla de los patriarcas que “anhelaban una mejor, esto es, celestial”. Aunque no recibieron todas las promesas en vida, esperaban una patria celestial, lo que implica la certeza de la resurrección y la vida eterna con Dios.
4. La doctrina de la gracia en la resurrección
La enseñanza de Jesús sobre la resurrección está profundamente arraigada en la gracia de Dios. La resurrección no es un evento que podamos lograr por nuestros propios méritos o esfuerzos, sino un regalo de la gracia divina. Romanos 6:23 dice: “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. La vida eterna es un don que Dios otorga a quienes Él ha considerado dignos de alcanzar el siglo venidero, no porque lo merezcan, sino porque han sido cubiertos por la justicia de Cristo.
Esta vida eterna y la promesa de la resurrección están aseguradas por la resurrección de Cristo mismo. 1 Corintios 15:20 nos dice que “Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho”. La resurrección de Jesús es la garantía de que todos los que confían en Él también resucitarán a una nueva vida. 1 Pedro 1:3-4 habla de una “herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros”, lo que subraya la naturaleza eterna y segura de nuestra resurrección futura.
5. Conclusión: La certeza de la resurrección
El pasaje de Lucas 20:27-40 nos enseña que la resurrección es una realidad segura y prometida por Dios. A pesar del escepticismo de los saduceos, Jesús afirma que la vida después de la muerte no solo es real, sino que será gloriosa y totalmente diferente de nuestra vida actual. Esta verdad trae consuelo y esperanza para los creyentes, ya que sabemos que, aunque enfrentemos la muerte física, tenemos la promesa de la vida eterna con Dios.
La resurrección es la culminación del plan de redención de Dios, un plan que se basa completamente en Su gracia. Por lo tanto, al reflexionar sobre este pasaje, debemos recordar que nuestra esperanza no está en este mundo, sino en la vida venidera que Dios ha prometido a través de Jesucristo. Filipenses 3:20-21 nos recuerda que nuestra ciudadanía está en los cielos, “de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya”.
Este sermón es un recordatorio poderoso de la realidad de la resurrección y de la gracia que nos asegura una vida futura en la presencia de Dios.
Jesús en el templo, la Piedra angular", Lucas 20:17-18
Sermón titulado "Jesús en el templo, la Piedra angular", basado en Lucas 20:17-18, presenta una profunda reflexión teológica sobre la parábola de los labradores malvados y la figura de Jesús como la "piedra angular". Esta enseñanza enfatiza las doctrinas de la gracia y el papel de Cristo como el centro de la redención divina, a través de un uso abundante de las Escrituras.
1. La Parábola de los Labradores Malvados (Lucas 20:9-16)
Se introduce la parábola como un resumen histórico de la relación de Dios con Israel, donde los labradores representan a los líderes de Israel, los siervos son los profetas enviados por Dios, y el hijo representa a Jesucristo. Los labradores, al rechazar y matar al hijo, ilustran la rebelión constante de Israel y, en última instancia, su rechazo al Mesías.
Jesús anticipa la destrucción de los líderes rebeldes (v.16), un juicio inevitable por su rechazo a los mensajeros y al propio Hijo de Dios.
2. Jesús como la Piedra Angular (Lucas 20:17-18)
La piedra angular ignorada y desechada: Jesús se identifica como la "piedra angular" rechazada por los líderes religiosos, una metáfora basada en el Salmo 118:22. A pesar de su rechazo, Jesús fue designado por Dios como el fundamento del verdadero reino de Dios.
El documento enfatiza que los líderes judíos conocían intelectualmente las Escrituras, pero no entendieron espiritualmente que el Mesías estaba frente a ellos. Juan 1:11 refuerza este punto: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”.
La soberanía de Dios: Aunque los hombres rechazaron a Jesús, el plan soberano de Dios continuó sin alteraciones. La muerte de Jesús en la cruz y su resurrección lo vindicaron como la cabeza del ángulo, asegurando el cumplimiento del plan redentor. Hechos 4:11, citado por Pedro, es clave para afirmar que Jesús es la piedra que los edificadores rechazaron, pero que ha sido establecida como el fundamento.
3. La Doctrina de la Gracia y la Resurrección de Cristo
Se enfatiza que el rechazo de Jesús por los líderes judíos no fue un obstáculo para el plan eterno de salvación. Dios, en su soberanía, usó este rechazo para cumplir Su propósito redentor. Aquí se subraya la doctrina de la gracia, la cual enseña que la salvación es una obra unilateral de Dios. Efesios 2:8-9: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios".
La resurrección de Cristo es vista como la prueba definitiva de su autoridad y posición como piedra angular. Al resucitar, Cristo fue vindicado, cumpliendo con la promesa de que Él sostendría a Su pueblo y construiría Su iglesia sobre Él mismo. Mateo 16:18: "Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella".
4. La Piedra como Juicio
Jesús advierte que "todo el que cayere sobre aquella piedra será quebrantado; más sobre quien ella cayere, lo desmenuzará" (Lucas 20:18). Esta declaración enfatiza que rechazar a Cristo conlleva juicio. Quienes tropiezan con Él por incredulidad sufrirán consecuencias presentes y eternas. 1 Pedro 2:7-8 también señala que Cristo es "piedra de tropiezo y roca de escándalo" para los desobedientes.
La condenación está asegurada para aquellos que rehúsan someterse a Cristo como la piedra angular. El texto se alinea con la doctrina de la reprobación, que enseña que algunos están destinados al juicio, como consecuencia de su rechazo deliberado del evangelio.
Aplicaciones Prácticas
a) Firmeza en Cristo: El creyente debe edificar su vida sobre Cristo, la piedra angular, confiando en su firmeza y en la seguridad de la salvación. Efesios 2:20: "Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo".
b) El rechazo no altera los planes de Dios: A pesar del rechazo de Cristo por muchos, la iglesia continúa avanzando. Se recuerda a los oyentes que el rechazo generalizado de Jesús no afecta el plan soberano de Dios de salvar a Su pueblo.
Conclusión
Este sermón refleja una fuerte orientación calvinista, resaltando las doctrinas de la gracia, la soberanía de Dios, la salvación por medio de Cristo, y la certeza del juicio para aquellos que lo rechazan. A través de un análisis detallado de la Escritura, muestra cómo Jesús es el centro del plan de redención, y cómo Su obra no puede ser frustrada por los hombres.
El uso abundante de versículos bíblicos fortalece la enseñanza, vinculando el Antiguo Testamento con su cumplimiento en Cristo, y enfatizando la importancia de comprender a Jesús como la piedra angular de la fe cristiana
Jesús en el templo, la parábola de los labradores malvados", Lucas 20:9-16
El sermón titulado "Jesús en el templo, la parábola de los labradores malvados" (Lucas 20:9-16) presenta una interpretación profundamente teológica basada en las doctrinas de la gracia y hace uso abundante de referencias bíblicas. Esta parábola, narrada por Jesús, refleja la relación histórica entre Dios e Israel y culmina en una enseñanza sobre el juicio divino, la paciencia de Dios, y la responsabilidad humana.
1. Contexto y Propósito de la Parábola
La parábola de los labradores malvados se sitúa dentro del ministerio de Jesús, poco antes de su crucifixión, cuando es cuestionado por los líderes religiosos sobre su autoridad. Este pasaje es clave porque no solo expone el rechazo de Israel hacia los profetas, sino que anticipa el rechazo definitivo hacia el Hijo de Dios.
El dueño de la viña representa a Dios, los labradores son los líderes religiosos de Israel, los siervos enviados son los profetas, y el hijo es Jesús mismo. La parábola traza la historia de la rebelión y desobediencia de Israel hacia Dios y culmina en el rechazo y asesinato del Hijo.
2. Paciencia y Gracia de Dios
A lo largo de la parábola, se resalta la paciencia de Dios. A pesar de la rebelión constante de Israel, Dios envía a sus profetas una y otra vez, manifestando Su gracia y deseo de que el pueblo se arrepienta. Jeremías 44:4-5 e Isaías 65:2 son ejemplos que se mencionan para ilustrar la persistencia de Dios al enviar sus mensajeros para llamar al arrepentimiento.
Esta paciencia divina refleja una de las principales doctrinas de la gracia: la longanimidad de Dios hacia los pecadores, esperando con misericordia su arrepentimiento. Como menciona el Pastor, si Dios actuara en juicio inmediato, nadie sería salvo (2 Pedro 3:9), pero Él, en Su soberanía, extiende su paciencia.
3. Rechazo del Pueblo y de los Líderes de Israel
Israel, representado por los líderes religiosos, no solo rechaza a los profetas, sino que finalmente rechaza y mata al Hijo de Dios, una acción que revela la depravación total del ser humano. Este concepto, basado en la teología reformada, sostiene que el hombre, en su estado natural, es incapaz de volver a Dios por sí mismo debido a la profundidad de su pecado (Romanos 3:10-12).
Los líderes religiosos desechan al Hijo, buscando usurpar la herencia de la viña, lo que refleja la naturaleza egoísta y rebelde del hombre frente a la autoridad de Dios.
4. Juicio y Soberanía de Dios
A pesar del rechazo del Hijo, la parábola muestra que Dios ejecuta su juicio de manera justa. Dios es soberano y no permite que la maldad del hombre interfiera con su plan redentor. La destrucción de los labradores malvados y la entrega de la viña a otros (Lucas 20:16) refleja el cambio en el trato de Dios, extendiendo su gracia a los gentiles y estableciendo la iglesia.
En este contexto, la soberanía de Dios se manifiesta claramente: aunque los hombres rechacen a Cristo, el plan de redención sigue su curso, y la salvación es extendida a todos aquellos que Dios ha escogido (Efesios 1:4-5).
5. La Piedra Angular: Cristo como el Fundamento de la Salvación
Jesús cita el Salmo 118:22, describiéndose como la "piedra que los edificadores desecharon" que ha venido a ser la cabeza del ángulo. Esto no solo es una profecía mesiánica, sino que también señala que Cristo es el fundamento sobre el cual se construye la salvación (Efesios 2:20).
Para aquellos que creen, Cristo es la piedra angular de salvación, pero para aquellos que lo rechazan, es una piedra de tropiezo (1 Pedro 2:7-8). Aquí se presenta de manera contundente la doctrina de la elección incondicional: aquellos que son llamados por Dios creerán en Cristo y serán salvos, mientras que los que lo rechazan enfrentarán juicio.
Aplicaciones Prácticas: La Responsabilidad Humana y el Juicio Final
A lo largo de la parábola, se evidencia que los hombres son responsables de sus acciones y del rechazo al Hijo de Dios. La responsabilidad humana es parte fundamental de las doctrinas de la gracia: aunque el hombre es incapaz de salvarse por sí mismo, es responsable por su pecado y por rechazar la oferta de salvación en Cristo.
La destrucción de los labradores malvados apunta al juicio final que vendrá sobre aquellos que rechacen a Cristo. Aquí se refuerza el concepto de la perseverancia de los santos: aquellos que son de Cristo perseverarán hasta el fin, mientras que los que lo rechacen enfrentan la condenación eterna (Mateo 25:31-46).
Conclusión
Este documento es una exposición teológica rica en doctrina reformada, centrada en las doctrinas de la gracia. La parábola de los labradores malvados ilustra la paciencia de Dios, el rechazo del hombre, y la soberanía divina en llevar a cabo su plan redentor. A través de una profunda exégesis, se resalta la gracia inmerecida que Dios extiende a su pueblo, la inevitabilidad del juicio divino para aquellos que rechazan a Cristo, y la seguridad de la salvación para los elegidos.
El uso abundante de versículos bíblicos refuerza cada punto teológico, mostrando cómo la Escritura apunta continuamente a Cristo como el fundamento de la fe, la piedra angular en la que se edifica la salvación.
"La autoridad de Jesús", Lucas 20:1-8
El sermón titulado "Jesús en el templo, su autoridad" basado en Lucas 20:1-8 aborda el desafío de los líderes religiosos hacia la autoridad de Jesús y cómo Él responde, revelando tanto su sabiduría como la dureza de corazón de sus opositores.
1. El contexto del desafío (Lucas 20:1-2)
El pasaje comienza cuando “Jesús enseñaba al pueblo en el templo y anunciaba el evangelio” (Lucas 20:1). Mientras Jesús estaba ocupado con su misión de proclamar las buenas nuevas, los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos del pueblo se acercan para confrontarlo. Ellos le preguntan: “Dinos, ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién es el que te ha dado esta autoridad?” (Lucas 20:2). Esta pregunta surge debido a que Jesús había purificado el templo y enseñado con una autoridad que ellos no comprendían ni aceptaban.
La cuestión de la autoridad es clave en la vida y ministerio de Jesús. Desde el inicio, Jesús demostró que su autoridad venía directamente de Dios. Juan 5:19 dice: “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre”. La autoridad de Jesús no era derivada de las instituciones religiosas humanas, sino que provenía de su relación con el Padre. Sin embargo, los líderes religiosos, cegados por su propio poder y control, no podían aceptar que alguien fuera mayor que ellos.
2. La pregunta capciosa y la respuesta de Jesús (Lucas 20:3-4)
En lugar de responder directamente a su pregunta, Jesús les hace una contra-pregunta: “El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?” (Lucas 20:4). Esta respuesta refleja la sabiduría de Jesús al no caer en la trampa que le tendían, sino al exponer la hipocresía y el endurecimiento de corazón de estos líderes religiosos.
El bautismo de Juan el Bautista, quien fue el precursor de Cristo, era un llamado al arrepentimiento y una preparación para la llegada del Mesías. Mateo 3:11 relata que Juan decía: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”. Al preguntarles si el ministerio de Juan venía de Dios, Jesús los confronta con su rechazo tanto a Juan como a su propio ministerio mesiánico.
Esta pregunta es crucial porque si los líderes reconocían que el ministerio de Juan venía de Dios, también debían reconocer que Jesús, a quien Juan había señalado como el Mesías, tenía autoridad divina. Sin embargo, si decían que el bautismo de Juan no era de Dios, se arriesgaban a la ira del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.
3. La dureza de corazón de los líderes religiosos (Lucas 20:5-7)
Los líderes discuten entre ellos y finalmente responden que no saben de dónde era el bautismo de Juan. Esta respuesta muestra su falta de integridad y su temor al hombre más que a Dios. Proverbios 29:25 dice: “El temor del hombre pondrá lazo; Mas el que confía en Jehová será exaltado”. Ellos no querían admitir la verdad, porque hacerlo significaba reconocer la autoridad de Jesús, algo que su orgullo y deseo de control les impedía hacer.
Este endurecimiento de corazón es un ejemplo claro de la ceguera espiritual que afecta a todos los que rechazan la gracia de Dios. Juan 3:19 nos recuerda que “los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”. En lugar de abrir sus corazones a la verdad, estos líderes prefirieron la oscuridad de su propio entendimiento.
4. La autoridad de Jesús y la doctrina de la gracia (Lucas 20:8)
Jesús concluye diciendo: “Yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas” (Lucas 20:8). Esta respuesta no es un rechazo a la verdad, sino una declaración de juicio. Jesús ya había demostrado de manera clara su autoridad a través de sus milagros, enseñanzas y cumplimiento de las profecías, pero los líderes religiosos estaban decididos a rechazarlo.
En este pasaje, la gracia de Dios es evidente. Jesús no evitó la confrontación con los líderes religiosos, pero también les dio la oportunidad de reflexionar y arrepentirse. A pesar de su rechazo, Jesús continuó proclamando el evangelio y extendiendo su llamado al arrepentimiento. La gracia de Dios se manifiesta en su paciencia con los pecadores, incluso con aquellos que se oponen abiertamente a Él. 2 Pedro 3:9 nos dice: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.
5. Conclusión: La autoridad suprema de Cristo
Este pasaje nos muestra que la autoridad de Jesús proviene directamente de Dios y que su misión era cumplir el plan redentor de Dios a través de su sacrificio. Aunque fue rechazado por los líderes religiosos, Jesús no dejó de proclamar el evangelio ni de cumplir su propósito. En su autoridad, vemos la soberanía de Dios en la salvación y la demostración de su gracia.
La autoridad de Cristo es algo que todos los creyentes debemos reconocer y someter nuestras vidas a ella. Filipenses 2:10-11 nos recuerda que “en el nombre de Jesús se doblará toda rodilla... y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor”. Como creyentes, debemos vivir bajo la autoridad de Cristo, confiando en su gracia para guiarnos y sostenernos.
Jesús en el templo, la instrucción", Lucas 19:47-48
El sermón basado en Lucas 19:45-48 presenta a Jesús como el instructor por excelencia en el templo, quien no solo purifica el lugar físico de comercio injusto, sino que lo restablece como un espacio de enseñanza y adoración.
1. Jesús purifica el templo (Lucas 19:45-46)
Jesús, al llegar al templo y expulsar a los mercaderes, demuestra su celo por el propósito original del templo: ser una "casa de oración" (Isaías 56:7). La acción de purificar simboliza el deseo de Dios de una comunión pura con su pueblo, libre de corrupción. Este acto de Jesús anticipa la necesidad de limpieza espiritual, lo cual solo sería plenamente posible mediante su sacrificio en la cruz. La doctrina de la gracia se refleja aquí en que Dios, por gracia, restaura lo que ha sido corrompido. La purificación de nuestras vidas solo puede lograrse a través de la intervención divina, no por obras humanas (Efesios 2:8-9).
2. Jesús enseña en el templo (Lucas 19:47)
Después de purificar el templo, Jesús se dedica a enseñar "cada día". Este énfasis en la enseñanza diaria muestra la perseverancia de Jesús en comunicar la verdad de Dios, aun sabiendo que su tiempo en la tierra es limitado. Este acto es reflejo de la gracia de Dios al proporcionar enseñanza continua y paciente a su pueblo, para que puedan ser guiados a la verdad (Juan 14:6). Así como Jesús enseñaba con autoridad, la doctrina de la gracia nos recuerda que es solo por la revelación de Dios que los corazones pueden ser transformados y recibir sabiduría (Santiago 1:5).
3. Oposición a Jesús (Lucas 19:47-48)
A pesar de su obra purificadora y su enseñanza, los principales sacerdotes y líderes del pueblo procuraban matarle, pero no podían encontrar la manera debido a que el pueblo estaba atento a sus palabras. Aquí se observa el conflicto entre la verdad divina y el corazón endurecido por el pecado. Esta resistencia a la gracia es algo que Pablo explica en Romanos 9, donde menciona que, aunque algunos son llamados, otros endurecen sus corazones. Sin embargo, la doctrina de la gracia asegura que aquellos elegidos por Dios recibirán salvación, no por su propia capacidad, sino porque el Espíritu Santo obra en ellos (Juan 6:44).
4. La misión de Jesús: Gracia sobre gracia
El sermón resalta que Jesús, a pesar de la oposición y sabiendo que su muerte estaba cerca, no dejó de enseñar. Este es un acto de gracia. En Hebreos 12:2 se nos dice que Jesús, "por el gozo puesto delante de él, soportó la cruz", lo que indica que su amor y gracia por los pecadores lo llevaron a perseverar en su misión. Su enseñanza no solo era para esa generación, sino para todas las futuras, ya que estaba preparando el terreno para la venida del Espíritu Santo que continuaría enseñando y guiando a la iglesia (Juan 16:13).
5. El cumplimiento del plan de Dios (Lucas 19:48)
El pueblo estaba "suspenso oyéndole", una señal de la atracción natural que tiene la verdad divina sobre aquellos que son llamados por gracia. Aunque los líderes religiosos intentaban encontrar la manera de matarlo, no lo lograban, porque todo ocurría conforme al plan soberano de Dios. La doctrina de la gracia enseña que Dios tiene control absoluto sobre los tiempos y los eventos, y que su propósito es inquebrantable (Isaías 46:10). Ninguna oposición humana puede frustrar el plan de salvación de Dios (Romanos 8:28-30).
6. Conclusión: La enseñanza y la gracia de Jesús
El ejemplo de Jesús nos enseña que la predicación y enseñanza de la Palabra de Dios es un acto de gracia continua. Jesús, siendo el gran profeta, no solo purificó el templo físicamente, sino que también restauró su propósito como un lugar donde la verdad de Dios es revelada y proclamada. A través de su enseñanza, Jesús ofrece a sus oyentes la oportunidad de escuchar la verdad y ser transformados por ella. Sin embargo, la gracia no es recibida por todos, y solo aquellos cuyos corazones son tocados por el Espíritu pueden recibir el don de la salvación (Efesios 1:4-5).
Se pone en evidencia cómo la gracia de Dios actúa en el ministerio de Jesús en el templo, desde la purificación hasta la instrucción, y cómo este acto de enseñanza final apunta hacia la consumación de su obra redentora en la cruz.
Jesús en el templo, la purificacion”, Lucas 19:45-46
El sermón “Jesús en el templo, la purificación” en Lucas 19:45-46 describe el celo de Jesús por mantener la santidad y el propósito del templo, un acto clave en su ministerio.
1. El contexto y la purificación del templo (Lucas 19:45-46)
En estos versículos, Jesús entra al templo y expulsa a los mercaderes que habían transformado el atrio de los gentiles en un mercado. Jesús declara: “Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Lucas 19:46). El templo, originalmente un lugar de adoración y comunión con Dios, se había corrompido por intereses comerciales. Jesús demuestra un profundo celo por restaurar el propósito sagrado del templo.
En la doctrina de la gracia, este acto refleja la naturaleza santificadora de la gracia de Dios. La purificación del templo apunta a la necesidad de que el pueblo de Dios sea limpiado de sus pecados para poder acercarse a Él. Así como Jesús limpia el templo, Él también purifica a los creyentes mediante su sacrificio, lo que permite que tengamos una relación restaurada con Dios (Tito 2:14).
2. La importancia del templo y su propósito
Desde el Antiguo Testamento, el templo era el lugar donde Dios habitaba en medio de su pueblo (Éxodo 25:8). Su construcción seguía estrictos lineamientos dados por Dios. El propósito principal del templo era ser un lugar de oración y adoración. Jesús reafirma esta intención citando a Isaías 56:7, que menciona que el templo sería “casa de oración para todas las naciones”. Sin embargo, al momento de este incidente, el templo se había convertido en un lugar de lucro, lo cual Jesús denuncia como una “cueva de ladrones” (Jeremías 7:11).
En términos de gracia, el templo simboliza el lugar donde el pueblo se encuentra con Dios, y el Señor Jesús es quien, por gracia, abre el camino para que este encuentro sea puro y santo (Hebreos 10:19-22). Como dice en Juan 1:14, “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Ahora Jesús es el templo, y por gracia, tenemos acceso directo a Dios por medio de Él.
3. El celo de Jesús y la gracia manifestada
La ira santa de Jesús al expulsar a los mercaderes muestra que el amor de Dios por su pueblo no está divorciado de su ira contra el pecado. Aunque Jesús es descrito como “manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29), su ira santa en este pasaje es una reacción natural frente a la corrupción del propósito divino. El amor de Dios es tan profundo que no puede tolerar que su nombre y su adoración sean profanados.
Esta purificación del templo también es una muestra de la gracia, ya que apunta a la necesidad de limpieza y restauración. Así como Jesús purifica el templo, también purifica a su iglesia y a cada creyente (1 Corintios 6:19-20). La gracia de Dios no solo nos salva, sino que también nos santifica, limpiando nuestras vidas de todo aquello que corrompe nuestra comunión con Él (Tito 2:11-12).
4. La ira de Dios y la gracia en acción
La ira santa de Jesús no es incompatible con su amor. El mismo amor que lo llevó a dar su vida por los pecadores también lo lleva a aborrecer el pecado y actuar con justicia. Jesús actúa conforme a las Escrituras, citando tanto a Isaías como a Jeremías, dejando claro que sus acciones están basadas en la Palabra de Dios. “Escrito está” se convierte en su fundamento.
La doctrina de la gracia enseña que Dios no solo nos salva, sino que también nos disciplina y corrige para conformarnos a su santidad (Hebreos 12:6). Esta purificación es parte del proceso de santificación que experimentan los creyentes, quienes, por gracia, son llamados a una vida santa y justa delante de Dios.
5. Aplicación práctica y la santificación del creyente
Aunque el templo físico ya no existe, la aplicación de este evento es relevante para la iglesia. El Nuevo Testamento enseña que el pueblo de Dios es ahora el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16). La iglesia debe ser mantenida pura, tanto en doctrina como en práctica, y los creyentes están llamados a vivir en santidad. La gracia de Dios no solo nos llama a la salvación, sino también a vivir vidas que reflejen su carácter santo (1 Pedro 1:15-16).
El celo de Jesús por la santidad del templo se aplica a los creyentes, quienes deben evitar toda forma de corrupción en sus vidas y en la iglesia. La gracia de Dios no nos exime de la responsabilidad de mantenernos puros, sino que nos capacita para hacerlo (Efesios 2:10).
6. Conclusión: La gracia santificadora de Dios
En resumen, el acto de purificación del templo por parte de Jesús es una manifestación de la gracia santificadora de Dios. Jesús restaura el propósito sagrado del templo y, por extensión, la pureza y la santidad de su pueblo. Así como el templo debía ser un lugar de oración y comunión con Dios, nuestras vidas deben ser un reflejo de esa pureza mediante la obra transformadora de Cristo en nosotros. La gracia de Dios no solo nos redime, sino que también nos santifica, preparándonos para una relación íntima y eterna con Él (2 Corintios 7:1).
Este evento también nos recuerda que debemos velar por la pureza de la iglesia y de nuestras vidas personales, sabiendo que es por la gracia de Dios que somos capaces de hacerlo (Filipenses 2:13). La gracia, entonces, no solo nos salva, sino que también nos transforma y nos capacita para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios.
“El lamento del Rey”, Lucas 19:41-44
El sermón titulado “El lamento del Rey” basado en Lucas 19:41-44 describe el profundo lamento de Jesús al contemplar la ciudad de Jerusalén, sabiendo que estaba rechazada espiritualmente y destinada a la destrucción.
1. Contexto del lamento de Jesús (Lucas 19:41-44)
El texto presenta a Jesús acercándose a Jerusalén durante su entrada triunfal. Mientras la multitud lo aclamaba como Rey, Jesús se detiene y, al ver la ciudad, llora por ella. Este pasaje muestra su profunda tristeza al saber que Jerusalén, símbolo del pueblo de Dios, no reconoció el tiempo de su visitación y rechazó al Mesías.
Jesús declara: “Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz; mas ahora está encubierto de tus ojos” (Lucas 19:42). Este lamento no es solo por la destrucción física de la ciudad que ocurriría en el año 70 d.C., sino por la ceguera espiritual de su pueblo. En este contexto, las doctrinas de la gracia destacan que, por naturaleza, todos estamos ciegos espiritualmente y necesitamos la intervención de Dios para abrir nuestros ojos (Efesios 2:1-5).
2. Jesús como el Salvador rechazado
La gracia de Dios es evidente en el corazón compasivo de Jesús, quien, aunque es el Rey legítimo, no se deleita en la condenación de los impíos. En lugar de regocijarse por el juicio venidero, Jesús llora por aquellos que lo han rechazado. Su amor y gracia se manifiestan al lamentarse profundamente por la condición espiritual de Jerusalén, sabiendo que este rechazo llevaría a su destrucción.
Este acto refleja la gracia de Dios extendida a todos los seres humanos. “El Señor no retarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). La gracia divina ofrece salvación incluso a aquellos que, como Jerusalén, lo rechazan. Sin embargo, la gracia no es irresistible para todos; aquellos que persisten en su rebeldía enfrentan las consecuencias de su rechazo.
3. La ceguera espiritual de Jerusalén (Lucas 19:42)
Jesús llora porque “ahora está encubierto de tus ojos”. Esto revela una verdad fundamental en las doctrinas de la gracia: la incapacidad humana para percibir la verdad de Dios sin la iluminación del Espíritu Santo. Jerusalén, a pesar de haber visto milagros y escuchado las enseñanzas de Jesús, seguía espiritualmente ciega. Esto es un reflejo de la condición de toda la humanidad en su estado natural, que, sin la gracia de Dios, está perdida y ciega ante el evangelio (2 Corintios 4:3-4).
En la doctrina de la elección, vemos que solo aquellos a quienes Dios ha decidido revelar la verdad pueden reconocer el día de su visitación. “Ninguno puede venir a mí si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6:44). Sin embargo, la gracia de Dios es tan poderosa que puede abrir los ojos de los ciegos y darles la fe para creer.
4. El juicio sobre Jerusalén (Lucas 19:43-44)
Jesús predice que Jerusalén sería rodeada, sitiada y destruida, un cumplimiento literal que ocurrió en el año 70 d.C. Este juicio es el resultado directo del rechazo del Mesías. “Porque no conociste el tiempo de tu visitación” (Lucas 19:44). El juicio es una parte integral del plan de Dios y es justo; sin embargo, en las doctrinas de la gracia, vemos que el juicio de Dios es acompañado por su oferta de misericordia. Antes de ejecutar su juicio, Dios extiende su mano en gracia, ofreciendo salvación (Romanos 2:4-5).
La gracia de Dios, sin embargo, no puede ser menospreciada sin consecuencias. Aquellos que persisten en rechazarla se enfrentan al juicio, como sucedió con Jerusalén. En Hebreos 2:3 se advierte: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”. Este pasaje resalta la importancia de no rechazar la gracia que Dios extiende a través de Cristo.
5. El lamento de Jesús como expresión de la gracia
Las lágrimas de Jesús por Jerusalén revelan su corazón lleno de gracia y compasión. Aunque el pueblo de Jerusalén lo rechazaba, Él continuaba ofreciendo su amor y su sacrificio redentor. Esto es un reflejo de la gracia que no depende de nuestras obras, sino del carácter amoroso de Dios. “Mas Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Efesios 2:4-5).
La gracia se muestra en que, a pesar de nuestro rechazo y rebeldía, Dios sigue ofreciendo la salvación. El sacrificio de Cristo es el mayor acto de gracia, ofreciendo su vida para redimir a los pecadores, incluso a aquellos que lo despreciaban (Romanos 5:8).
6. Conclusión: El llamado de la gracia
Este pasaje en Lucas 19:41-44 nos recuerda que la gracia de Dios está siempre presente, incluso en medio del juicio. El lamento de Jesús sobre Jerusalén muestra su deseo de que todos se arrepientan y vengan a la salvación. Sin embargo, el rechazo de esa gracia tiene graves consecuencias, como se vio en la destrucción de Jerusalén.
La gracia de Dios sigue siendo ofrecida hoy. Así como Jerusalén tuvo su “día de visitación”, cada persona tiene la oportunidad de responder al llamado del evangelio. La pregunta clave es: ¿Cómo responderemos a esa gracia? “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2).
“La recepción del Rey”, Lucas 19:28-44
El sermón “La recepción del Rey” basado en Lucas 19:28-44 se enfoca en la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, y cómo este evento refleja el carácter del Mesías, su misión y la respuesta de la multitud.
1. El contexto y la soberanía de Jesús (Lucas 19:28-31)
Jesús está a punto de entrar a Jerusalén, sabiendo que esta sería la última semana de su vida en la tierra. Este evento marca el inicio de su camino hacia la cruz. Él se adelanta a sus discípulos, mostrando determinación y soberanía, porque sabe que está cumpliendo la voluntad de Dios.
“Dicho esto, iba adelante, subiendo a Jerusalén” (Lucas 19:28). Este acto de Jesús va más allá de una simple decisión humana; es el cumplimiento del plan de Dios. La gracia de Dios es evidente aquí, ya que Jesús, como el Cordero de Dios, va voluntariamente hacia el sacrificio por nuestros pecados. En Juan 10:18, Jesús dice: “Nadie me la quita (la vida), sino que yo la pongo de mí mismo”. Su disposición a morir por nosotros es un acto de gracia soberana.
2. La omnisciencia de Jesús y su control soberano
Jesús envía a dos discípulos a buscar un pollino, y les dice exactamente lo que encontrarán: “Al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo y traedlo” (Lucas 19:30). Este detalle muestra que Jesús tiene control absoluto sobre los acontecimientos. No es un espectador pasivo de la historia, sino el Soberano que guía los eventos según su voluntad.
Esta soberanía también está relacionada con las doctrinas de la gracia. Dios es quien preordena los eventos de la historia para el cumplimiento de su propósito redentor. En Efesios 1:11, se nos dice que Dios “hace todas las cosas según el designio de su voluntad”. Jesús sabía exactamente lo que iba a ocurrir, y cada detalle estaba bajo su control, incluyendo su muerte y resurrección.
3. La humildad del Rey (Lucas 19:35-38)
Aunque Jesús es el Rey soberano, decide entrar a Jerusalén montado en un pollino, un animal de carga. Esto es una muestra de su humildad. En lugar de un caballo de guerra, como lo harían los reyes terrenales, Jesús escoge un símbolo de servicio y paz. Esto cumple la profecía de Zacarías 9:9: “He aquí, tu Rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”.
La humildad de Jesús es un reflejo de la gracia de Dios. Aunque es el Creador y Sustentador del universo (Colosenses 1:16), se humilló para hacerse siervo y morir en la cruz por nuestros pecados (Filipenses 2:6-8). La gracia se manifiesta en que Jesús, siendo Rey, se humilla hasta lo sumo para salvar a su pueblo. Esta entrada humilde también nos enseña que la salvación no viene por el poder terrenal o la grandeza humana, sino por la entrega sacrificial de Cristo.
4. La aclamación de la multitud (Lucas 19:37-38)
A medida que Jesús entra a Jerusalén, la multitud lo aclama diciendo: “¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo y gloria en las alturas!” (Lucas 19:38). Esta aclamación está tomada del Salmo 118:26, un salmo mesiánico. Sin embargo, aunque la multitud lo aclama como Rey, su comprensión del Mesías era incorrecta. Esperaban que Jesús los liberara del yugo romano, sin entender que Él venía a liberarlos del yugo del pecado.
Este malentendido resalta una verdad importante sobre la gracia. La humanidad, en su estado natural, es incapaz de entender completamente el propósito de Dios sin la obra del Espíritu Santo. En 2 Corintios 4:3-4, Pablo explica que el dios de este siglo ha cegado los entendimientos de los incrédulos. Solo la gracia de Dios puede abrir nuestros ojos para entender que Jesús vino a salvarnos de algo mucho más profundo que la opresión política: vino a salvarnos del pecado y la muerte eterna (Efesios 2:8-9).
5. El lamento de Jesús por Jerusalén (Lucas 19:41-44)
A pesar de la aclamación de la multitud, Jesús llora por Jerusalén: “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella” (Lucas 19:41). ¿Por qué llora Jesús? Porque sabía que la ciudad, y el pueblo en general, no había entendido el tiempo de su visitación. Jerusalén estaba ciega espiritualmente, y su rechazo al Mesías los llevaría a la destrucción física en el año 70 d.C., cuando los romanos destruirían la ciudad.
El lamento de Jesús revela la gracia de Dios. Aunque el juicio era inevitable, Jesús lloraba por aquellos que lo rechazaban. “No queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). A pesar de que muchos en Jerusalén lo rechazaron, la gracia de Dios aún se extendía, y su deseo es que todos se salven. Este lamento también nos muestra que Dios no se deleita en la condenación de los pecadores (Ezequiel 33:11), sino que ofrece su gracia a todos.
6. El juicio profetizado sobre Jerusalén (Lucas 19:43-44)
Jesús predice la destrucción de Jerusalén: “Vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán” (Lucas 19:43). Este juicio es una consecuencia directa del rechazo del Mesías. Sin embargo, en las doctrinas de la gracia, entendemos que incluso este juicio es parte del plan soberano de Dios. El juicio temporal sobre Jerusalén es un reflejo del juicio eterno que vendrá sobre aquellos que rechacen a Cristo.
Aun así, la gracia de Dios es visible incluso en medio del juicio. Jesús estaba dispuesto a sufrir y morir por aquellos que lo rechazaban, mostrando que la salvación siempre está disponible para aquellos que se arrepienten. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
7. Conclusión: La gracia revelada en la entrada triunfal
La entrada de Jesús a Jerusalén es una manifestación clara de la gracia de Dios. A pesar del malentendido de la multitud y el rechazo eventual de su propio pueblo, Jesús sigue adelante con su misión redentora. Su soberanía, humildad y amor incondicional son reflejos del corazón de Dios, quien ofrece salvación a todos por gracia, sin mérito humano (Efesios 2:8-9).
Este evento nos llama a reconocer a Jesús no solo como el Rey que viene a liberar de problemas temporales, sino como el Salvador que nos ofrece la verdadera paz con Dios (Romanos 5:1). La gracia de Dios no solo nos llama a la salvación, sino que nos transforma y nos lleva a una vida de entrega y servicio a nuestro Rey, que vino no para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10:45).
“Que deben hacer mientras regreso”, Lucas 19:11-27
El sermón titulado "Que deben hacer mientras regreso" basado en Lucas 19:11-27 tiene un enfoque claro en la responsabilidad de los creyentes y la autoridad de Jesús como Rey.
1. Contexto de la parábola (Lucas 19:11-12)
Jesús narra esta parábola para corregir una percepción equivocada de la multitud. Ellos esperaban que el reino de Dios se manifestara de inmediato, creyendo que Jesús establecería un reino terrenal en Jerusalén para liberar a los judíos del yugo romano. Sin embargo, Jesús usa esta parábola para explicar que Su reino no se manifestará de inmediato, sino que hay un tiempo entre su partida y su regreso.
En la parábola, un noble se va a un país lejano para recibir un reino y regresar (Lucas 19:12). Esto es una representación de la ascensión de Cristo al cielo y su regreso al final de los tiempos. En este intervalo, los siervos de Cristo tienen la responsabilidad de ser fieles con lo que les ha sido confiado. Este tiempo entre la partida y el regreso es una oportunidad de gracia, donde los creyentes deben vivir para el Reino de Dios, sabiendo que un día serán llamados a rendir cuentas.
2. La gracia de Dios en la delegación de responsabilidad (Lucas 19:13-15)
El noble entrega diez minas a sus siervos y les da la instrucción de "negociar entre tanto que vengo" (Lucas 19:13). Esta responsabilidad simboliza el llamado de Cristo a sus seguidores a usar los dones, talentos y oportunidades que les ha dado para expandir Su Reino. La gracia de Dios no solo nos salva, sino que también nos capacita para ser administradores fieles de lo que hemos recibido (1 Corintios 4:2).
La mina entregada es una representación del evangelio, un don inestimable confiado a cada creyente. Aunque las minas parecen ser un recurso limitado desde el punto de vista financiero, espiritualmente son de gran valor. El apóstol Pablo describe el evangelio como un "tesoro en vasos de barro" (2 Corintios 4:7), y la gracia de Dios nos da el privilegio de administrar este tesoro.
3. El rechazo del Reino y de la autoridad de Cristo (Lucas 19:14)
A pesar de la gracia ofrecida, la parábola describe a algunos que rechazan al noble diciendo: “No queremos que este reine sobre nosotros” (Lucas 19:14). Este rechazo es una imagen de aquellos que, a lo largo de la historia, han rechazado la autoridad de Cristo. En Romanos 8:7, Pablo afirma que "la mente carnal es enemistad contra Dios". Por naturaleza, los seres humanos rechazan a Dios y Su gobierno sobre sus vidas, pero la gracia de Dios es la que abre los corazones para que reciban a Cristo como Rey.
Esta parte de la parábola también nos recuerda el juicio inevitable para aquellos que rechazan la gracia de Dios. Aunque Dios es paciente y misericordioso, 2 Pedro 3:9 nos dice que Él no retarda Su promesa de volver, sino que da tiempo para que todos procedan al arrepentimiento.
4. El retorno del Rey y el juicio de los siervos (Lucas 19:15-19)
Cuando el noble regresa después de recibir su reino, llama a sus siervos para que rindan cuentas de lo que han hecho con las minas. El primer siervo, que ha multiplicado su mina en diez, recibe elogios y una recompensa: "Por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades" (Lucas 19:17). Esto muestra que la gracia de Dios no solo salva, sino que también recompensa la fidelidad.
En Efesios 2:8-10, Pablo explica que somos salvos por gracia, no por obras, pero que somos creados en Cristo para buenas obras. Las buenas obras, aunque no nos salvan, son el fruto de la gracia en nuestras vidas. Este siervo, al ser fiel, no solo demuestra su responsabilidad, sino que también muestra que ha entendido y respondido correctamente a la gracia que se le ha dado.
5. La negligencia del siervo infiel (Lucas 19:20-23)
El tercer siervo presenta su mina sin haberla multiplicado, diciendo: “Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo” (Lucas 19:20). Este siervo revela una mala comprensión del carácter de su señor, describiéndolo como un "hombre severo" (Lucas 19:21). Esto simboliza a aquellos que, aunque se consideran parte del pueblo de Dios, no entienden verdaderamente Su gracia ni Su carácter.
En las doctrinas de la gracia, se reconoce que la respuesta del siervo negligente representa a aquellos que profesan fe en Cristo, pero carecen de una verdadera transformación. Santiago 2:26 dice que "la fe sin obras está muerta". La verdadera fe, dada por la gracia de Dios, produce frutos. Este siervo, al no actuar con la mina, demuestra que no ha entendido la gracia de Dios ni su responsabilidad.
6. El juicio final (Lucas 19:24-27)
El juicio sobre el siervo infiel es severo: su mina es quitada y dada al que tiene diez minas, mientras que a él no le queda nada (Lucas 19:24-26). Esta acción refleja un principio bíblico claro: “A todo el que tiene, se le dará; y al que no tiene, aún lo que tiene se le quitará” (Lucas 19:26). Aquellos que han sido fieles recibirán más gracia y más responsabilidad en el Reino de Dios, mientras que aquellos que han sido negligentes serán juzgados.
Finalmente, Jesús menciona el destino de aquellos que rechazan su gobierno: “Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, tráiganlos acá y decapítenlos delante de mí” (Lucas 19:27). Esto es una referencia al juicio final, donde aquellos que han rechazado la gracia de Dios enfrentarán la condenación eterna (Mateo 25:31-46). Aunque Dios es paciente y misericordioso, hay un tiempo en que el juicio caerá sobre aquellos que persistentemente rechazan Su oferta de salvación.
7. Aplicación práctica de la gracia
La parábola nos deja con una clara enseñanza sobre la gracia y la responsabilidad. Por gracia hemos recibido el evangelio, y por esa misma gracia somos llamados a ser administradores fieles de este tesoro. Nuestra responsabilidad es multiplicar lo que hemos recibido, sabiendo que un día rendiremos cuentas ante nuestro Rey. El amor de Cristo es lo que nos impulsa a ser fieles administradores (2 Corintios 5:14), y la gracia de Dios nos capacita para cumplir con este llamado (Tito 2:11-12).
Esta parábola es un recordatorio solemne de que la gracia de Dios no solo nos salva, sino que también nos llama a ser responsables y diligentes en la obra del Reino. "Que deben hacer mientras regreso" no es solo una instrucción, sino una invitación a participar activamente en el plan redentor de Dios hasta que Cristo regrese.
“Jesús busca y salva pecadores”, Lucas 19:1-10
El sermón titulado “Jesús busca y salva pecadores” basado en Lucas 19:1-10 presenta la historia de la conversión de Zaqueo y cómo esta resalta la misión de Jesús de buscar y salvar lo que se había perdido.
1. El contexto del pasaje (Lucas 19:1-2)
Jesús está cerca del final de su ministerio terrenal y se dirige a Jerusalén para su crucifixión. En su camino pasa por Jericó, donde tiene lugar el encuentro con Zaqueo. El hecho de que esta historia ocurra justo antes de la última semana de Jesús en la tierra subraya la importancia de la misión de Cristo: buscar y salvar a los perdidos. Esta historia de conversión demuestra que la gracia de Dios es capaz de transformar incluso a aquellos que son considerados como los más alejados de Él.
Lucas 19:1-2 introduce a Zaqueo, un jefe de los publicanos y un hombre rico. Como jefe de los recaudadores de impuestos, Zaqueo no solo era visto como un colaborador con los opresores romanos, sino también como un traidor y pecador por sus propios compatriotas judíos. A pesar de su riqueza y posición, Zaqueo estaba espiritualmente vacío, lo que lo llevó a buscar ver a Jesús.
En las doctrinas de la gracia, esta búsqueda de zaqueo no es casualidad, sino parte del plan soberano de Dios. Aunque Zaqueo no lo sabía, Dios ya lo había escogido y preparado para este encuentro con Jesús (Efesios 1:4-5).
2. La búsqueda de Jesús (Lucas 19:3-5)
Zaqueo, siendo de baja estatura y enfrentando la multitud, corre hacia adelante y se sube a un árbol sicómoro para ver a Jesús. Este acto refleja su deseo de conocer a Cristo, pero también su incapacidad de acercarse a Él por sus propios medios. En este sentido, Saqueo representa a todos los pecadores, quienes, aunque pueden desear a Dios, no pueden alcanzarlo por sus propios esfuerzos. Como dice Romanos 3:10-11, “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios”.
Sin embargo, en esta historia vemos que es Jesús quien busca a Zaqueo. Cuando llega al lugar, Jesús mira hacia arriba y le dice: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa” (Lucas 19:5). Este llamado directo de Jesús a Zaqueo ilustra la gracia irresistible de Dios. Jesús no esperó que Zaqueo lo invitara; Él tomó la iniciativa, mostrando que es Dios quien busca al pecador. Juan 6:44 dice: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo trajere”. Así, Jesús demuestra que la salvación es obra de Dios, no del esfuerzo humano.
3. La respuesta de Zaqueo (Lucas 19:6-7)
Zaqueo responde al llamado de Jesús con gozo: “Entonces él descendió a prisa, y le recibió gozoso” (Lucas 19:6). Esta respuesta es significativa porque muestra la obra inmediata de la gracia en el corazón de Zaqueo. Su gozo no proviene de su riqueza o posición, sino de la presencia de Jesús en su vida. La gracia de Dios transforma instantáneamente el corazón de aquellos a quienes llama, como se ve en la respuesta alegre y dispuesta de Saqueo.
Sin embargo, mientras Zaqueo recibe a Jesús, la multitud murmura: “Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador” (Lucas 19:7). Este rechazo por parte de la multitud resalta la gracia escandalosa de Dios. Jesús no vino a salvar a los justos, sino a los pecadores (Lucas 5:32). El evangelio de la gracia no es para aquellos que se consideran dignos, sino para aquellos que reconocen su indignidad. Saqueo, aunque despreciado por los demás, fue elegido por Dios para recibir salvación.
4. El arrepentimiento de Saqueo (Lucas 19:8)
La gracia de Dios no solo trae salvación, sino que también produce un cambio radical en la vida de quienes la reciben. Zaqueo, en respuesta a la gracia de Jesús, se pone en pie y dice: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19:8). Este acto de restitución es evidencia de que la fe genuina siempre va acompañada de obras de arrepentimiento (Santiago 2:17). Aunque Zaqueo no es salvo por sus obras, su generosidad y deseo de corregir sus errores muestran que ha sido verdaderamente transformado por la gracia de Dios.
Este cambio en Zaqueo refleja la doctrina de la regeneración. En 2 Corintios 5:17, Pablo dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. La gracia de Dios no solo perdona, sino que también transforma. Zaqueo pasó de ser un hombre corrupto y avaro a alguien dispuesto a sacrificar sus riquezas por el bien de los demás.
5. La declaración de salvación (Lucas 19:9-10)
Jesús responde a la declaración de Zaqueo diciendo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham” (Lucas 19:9). Esta afirmación de Jesús no solo confirma la salvación de Zaqueo, sino que también redefine lo que significa ser un "hijo de Abraham". Ser un verdadero hijo de Abraham no depende de la etnia o el cumplimiento de la ley, sino de la fe en Cristo (Gálatas 3:7). Zaqueo, aunque despreciado por los judíos, ahora es contado entre los hijos de Abraham por su fe.
Jesús concluye con la declaración central de este pasaje: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Esta es la esencia del evangelio de la gracia. Jesús no vino a buscar a aquellos que se consideraban justos, sino a aquellos que reconocen su pecado y necesidad de un Salvador. Esta verdad se refleja en Romanos 5:8, que dice: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
6. Conclusión: La gracia salvadora de Jesús
La historia de Zaqueo es un recordatorio poderoso de que la salvación es completamente obra de la gracia de Dios. Jesús busca y salva a los pecadores, no por sus méritos, sino por su amor soberano. Zaqueo no hizo nada para ganarse la atención de Jesús, pero fue llamado por gracia, transformado por el poder de Dios, y su vida fue completamente cambiada como resultado.
Esta historia también nos enseña que la gracia de Dios no solo nos perdona, sino que también nos transforma. Zaqueo, al recibir la gracia de Dios, fue movido a restituir y a vivir una vida de generosidad. Así como Zaqueo fue hallado, salvado y transformado por la gracia de Dios, todos los creyentes son llamados a vivir en respuesta a esa gracia, reflejando el amor de Cristo a los demás.
La doctrina de la gracia resalta que, al igual que Zaqueo, todos estamos perdidos sin la intervención divina. Pero por gracia, Jesús nos busca, nos salva y nos transforma, y eso es lo que hace que el evangelio sea verdaderamente una buena noticia. Efesios 2:8-9 resume esta verdad: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
“La historia de un ciego sanado y salvado”, Lucas 18:35-43
El sermón titulado “El ciego sanado y salvado” basado en Lucas 18:35-43 narra el encuentro de un ciego con Jesús y cómo este acto de sanidad física también revela la salvación espiritual.
1. El contexto del encuentro (Lucas 18:35-37)
El relato comienza cuando Jesús se aproxima a Jericó, y un ciego, sentado junto al camino, escucha el tumulto de la multitud y pregunta qué está sucediendo. Le responden que es “Jesús de Nazaret quien pasa” (Lucas 18:37). Esta introducción destaca que el ciego, aunque físicamente impedido, ya había escuchado hablar de Jesús y tenía una esperanza ferviente de encontrarse con Él. El ciego representa la condición espiritual de todo ser humano: ciego ante las realidades espirituales y necesitado de un Salvador que le dé la luz.
Las Escrituras describen la ceguera espiritual como una condición universal de la humanidad. 2 Corintios 4:4 dice: “El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos”, lo que significa que, aparte de la intervención divina, estamos espiritualmente ciegos. En este sentido, la gracia de Dios es necesaria para abrir nuestros ojos espirituales, tal como lo hace Jesús con este ciego.
2. El clamor por misericordia (Lucas 18:38-39)
Cuando el ciego se entera de que Jesús está pasando, comienza a clamar: “Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí” (Lucas 18:38). A pesar de que la multitud intenta silenciarlo, el ciego grita aún más fuerte. Este acto de persistencia y fe es una muestra clara de su reconocimiento de Jesús como el Mesías, ya que lo llama Hijo de David, un título mesiánico que conecta a Jesús con las promesas del Antiguo Testamento (Isaías 9:7).
Este clamor por misericordia refleja la realidad de la salvación por gracia. El ciego no se acerca a Jesús con mérito propio, sino apelando únicamente a la misericordia. Efesios 2:8-9 nos recuerda que somos salvos “por gracia, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. Al igual que el ciego, todos los seres humanos necesitamos clamar a Dios por su misericordia, reconociendo que no hay nada en nosotros que merezca la salvación.
3. La respuesta de Jesús y la sanidad (Lucas 18:40-42)
Jesús se detiene y manda a traer al ciego. Le pregunta: “¿Qué quieres que te haga?”, a lo cual el ciego responde: “Señor, que reciba la vista” (Lucas 18:41). Jesús entonces le dice: “Recíbela, tu fe te ha salvado” (Lucas 18:42). En este acto, Jesús no solo responde a la necesidad física del ciego, sino que también atiende su necesidad espiritual, otorgándole salvación.
Esta declaración de Jesús “tu fe te ha salvado” subraya la importancia de la fe en la obra de la salvación. Aunque la sanidad física es evidente, el verdadero milagro es la transformación espiritual que ocurre en el corazón del ciego. Este pasaje ilustra el poder de la gracia de Dios, ya que la salvación no es un resultado de nuestros esfuerzos, sino de nuestra fe en Cristo. Romanos 10:9 dice: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”.
4. La transformación del ciego: Seguir a Jesús y glorificar a Dios (Lucas 18:43)
Después de ser sanado, el ciego “le seguía glorificando a Dios” (Lucas 18:43). Esta respuesta refleja la transformación completa que experimentó. No solo fue sanado físicamente, sino que también su corazón fue transformado por la gracia de Dios, lo que lo llevó a seguir a Jesús y a vivir una vida de alabanza.
Este es el resultado de la obra de la gracia en la vida de todo creyente. Cuando Cristo nos abre los ojos espirituales, somos llamados no solo a recibir la salvación, sino a seguirle y glorificarle con nuestras vidas. 2 Corintios 5:17 dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. La gracia no solo nos salva, sino que también nos transforma, llevándonos a vivir para la gloria de Dios.
5. La compasión de Cristo: La gracia en acción
A lo largo de este pasaje, vemos la compasión de Cristo en acción. Jesús, a pesar de la multitud y de su camino hacia Jerusalén, se detiene para atender la necesidad de un hombre marginado. Este acto de compasión es un reflejo de la gracia de Dios hacia todos nosotros. Tito 3:5 dice: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia”. Jesús, movido por la compasión, no solo restaura la vista física del ciego, sino que también le otorga la vista espiritual para que pueda ver el camino hacia la salvación.
En resumen, este pasaje en Lucas 18:35-43 es una poderosa representación de la obra de la gracia de Dios en la vida de los seres humanos. Al igual que el ciego, estamos espiritualmente ciegos y necesitados de la intervención divina. Solo a través de la fe en Cristo podemos recibir la salvación y experimentar la verdadera transformación que nos lleva a glorificar a Dios con nuestras vidas.
Este sermón nos enseña que no hay obstáculo lo suficientemente grande para impedir que una persona se acerque a Cristo cuando reconoce su necesidad y clama por misericordia. La gracia de Dios está disponible para todos aquellos que, como el ciego, reconocen su condición y buscan al Salvador. Juan 6:37 nos asegura: “Al que a mí viene, no le echo fuera”.
“La inminencia del sacrificio de Cristo”, Lucas 18:31-34
El sermón titulado “La inminencia del sacrificio de Cristo” basado en Lucas 18:31-34 subraya la preparación final de Jesús hacia su sacrificio en la cruz y cómo esto marca el cumplimiento del plan redentor de Dios.
1. El plan divino del sacrificio (Lucas 18:31)
Jesús toma a sus discípulos aparte y les dice: “He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre”. Aquí, Jesús está preparando a los discípulos para su inminente muerte, un evento central en el plan redentor de Dios. El sacrificio de Cristo no es un accidente, sino el cumplimiento de profecías divinas.
Las Escrituras están llenas de profecías sobre el sufrimiento del Mesías. Isaías 53:3-5 es uno de los textos más poderosos que describe el sufrimiento del Siervo de Dios, quien sería “despreciado y desechado entre los hombres”, y “herido por nuestras rebeliones”.. Jesús estaba consciente de que iba a cumplir todo lo que había sido profetizado acerca de Él. Salmo 22, que comienza con las palabras que Jesús pronunció en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Salmo 22:1), también prefigura el sufrimiento del Mesías. Jesús, como el cumplimiento perfecto de las Escrituras, se dirige voluntariamente hacia el sacrificio que salvaría a la humanidad.
En la doctrina de la gracia, este plan predestinado revela el amor de Dios hacia los pecadores. Efesios 1:4-5 nos dice que Dios nos eligió “antes de la fundación del mundo” y que su plan de redención fue diseñado desde la eternidad. Jesús sabía que su muerte era el único medio por el cual los seres humanos podrían ser reconciliados con Dios.
2. El sufrimiento del Mesías (Lucas 18:32-33)
Jesús les explica a los discípulos que será “entregado a los gentiles, y será escarnecido, afrentado, y escupido”, y que “después que le hayan azotado, le matarán”. Este es un anuncio claro y detallado de lo que estaba por suceder en Jerusalén. El Hijo de Dios sería entregado a manos de los gentiles (los romanos), y sufriría torturas y humillaciones antes de ser crucificado.
En el Antiguo Testamento, Isaías 50:6 describe al Siervo de Dios diciendo: “Di mi espalda a los que me herían, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y esputos”. Esta profecía se cumple en Jesús, quien fue escupido y golpeado durante su juicio y crucifixión (Mateo 26:67). El sufrimiento de Cristo no solo fue físico, sino también emocional y espiritual. Fue abandonado por sus amigos (Marcos 14:50) y finalmente, en la cruz, experimentó la separación de Dios debido al peso de los pecados del mundo.
En la doctrina de la gracia, este sufrimiento de Cristo es clave porque “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Cristo, el inocente, tomó sobre sí la muerte que merecíamos por nuestros pecados. 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. Su sufrimiento fue el acto culminante de gracia que nos otorgó la justificación delante de Dios.
3. La victoria sobre la muerte: La resurrección (Lucas 18:33)
Jesús no solo predice su sufrimiento y muerte, sino también su resurrección: “Y al tercer día resucitará” (Lucas 18:33). Aunque los discípulos no comprendieron completamente este anuncio en ese momento, la resurrección sería la victoria definitiva sobre la muerte y el pecado.
La resurrección de Cristo es esencial para el evangelio. 1 Corintios 15:17 dice: “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”. La resurrección confirma que el sacrificio de Jesús fue aceptado por Dios y que la muerte ha sido vencida. En Romanos 4:25, Pablo enseña que Jesús “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”. Por lo tanto, la resurrección no es solo un evento milagroso, sino el corazón de nuestra esperanza en la vida eterna.
En la doctrina de la gracia, la resurrección asegura nuestra justificación y glorificación. Así como Jesús resucitó, los creyentes también serán resucitados para vida eterna. Romanos 8:11 dice: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales”. La gracia de Dios no solo nos perdona, sino que también nos promete una vida nueva y gloriosa.
4. La incomprensión de los discípulos (Lucas 18:34)
A pesar de la claridad con la que Jesús habló, “ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía” (Lucas 18:34). Este pasaje muestra la incapacidad humana para comprender el plan de Dios sin la intervención divina. Los discípulos, aunque cercanos a Jesús, no podían comprender plenamente el significado de su muerte y resurrección hasta después de que estos eventos ocurrieran y el Espíritu Santo les abriera el entendimiento (Lucas 24:45).
Esta incomprensión inicial de los discípulos refleja la ceguera espiritual que todos los seres humanos tienen sin la gracia de Dios. 1 Corintios 2:14 dice: “El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. La gracia de Dios es la que abre nuestros ojos y nos permite ver y entender el plan de redención.
En las doctrinas de la gracia, esto es un recordatorio de que la salvación es un acto soberano de Dios. No es que busquemos a Dios por nuestro propio entendimiento, sino que Él nos revela su verdad y nos atrae a sí mismo (Juan 6:44). La fe misma es un don de Dios (Efesios 2:8), y dependemos completamente de su gracia para poder comprender y aceptar el evangelio.
5. Conclusión: El sacrificio perfecto y la gracia abundante
Este pasaje en Lucas 18:31-34 subraya la soberanía de Dios en el plan de redención, la centralidad del sacrificio de Cristo, y la gracia que otorga entendimiento a los que están espiritualmente ciegos. La cruz de Cristo es la demostración más clara de la gracia de Dios, un sacrificio predestinado para la salvación de los pecadores. A través de su muerte y resurrección, Jesús abrió el camino para que fuéramos reconciliados con Dios.
Isaías 53:5 nos recuerda: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. La cruz no fue una derrota, sino la victoria sobre el pecado y la muerte, y la resurrección de Cristo asegura nuestra justificación y glorificación.
La gracia de Dios es lo que hace posible que entendamos y aceptemos este mensaje, y es por esa misma gracia que somos llamados a participar en la vida eterna que Jesús compró para nosotros con su sangre.
"Imposible para el hombre, posible para Dios", Lucas 18:24-30
El sermón titulado "Imposible para el hombre, posible para Dios" basado en Lucas 18:24-30 trata sobre la enseñanza de Jesús acerca de la dificultad que enfrentan aquellos que están apegados a las riquezas para entrar en el Reino de Dios, y cómo la salvación es imposible para el hombre, pero no para Dios.
1. El obstáculo de las riquezas (Lucas 18:24-25)
Después de que el joven rico se fue triste porque no estaba dispuesto a vender sus posesiones y seguir a Jesús, Jesús hace una declaración poderosa: “Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas” (Lucas 18:24). Aquí Jesús revela que las riquezas pueden convertirse en un obstáculo importante para la salvación. No se trata solo de las posesiones materiales, sino del amor y la confianza que el ser humano deposita en ellas, lo que hace que las riquezas se conviertan en un ídolo.
Este principio es consistente con la enseñanza de las Escrituras sobre la idolatría. Mateo 6:24 dice: “Nadie puede servir a dos señores... No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Las riquezas, al ocupar el lugar de Dios en el corazón humano, impiden la devoción total a Él. 1 Timoteo 6:10 también advierte que “el amor al dinero es la raíz de todos los males”, lo que lleva a muchos a desviarse de la fe.
Jesús continúa usando una ilustración aún más impactante: “Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de Dios” (Lucas 18:25). Este proverbio muestra la imposibilidad de que aquellos que confían en las riquezas puedan entrar en el Reino de Dios. Sin embargo, Jesús no se refiere solo a los ricos, sino a todos aquellos que depositan su confianza en lo temporal, en lugar de depender completamente de Dios.
2. La imposibilidad de la salvación humana (Lucas 18:26-27)
Los oyentes, al escuchar estas palabras de Jesús, quedan asombrados y se preguntan: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?” (Lucas 18:26). Esta pregunta refleja el reconocimiento de la humanidad de que, en su estado natural, es incapaz de alcanzar la salvación por sus propios medios. En las doctrinas de la gracia, este es un punto crucial: la salvación es imposible para el ser humano sin la intervención divina. Efesios 2:1 dice que estábamos “muertos en delitos y pecados”, y un muerto no puede resucitarse a sí mismo.
La respuesta de Jesús en Lucas 18:27 es la clave del sermón: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”. Este es el corazón del evangelio de la gracia. La salvación no es un logro humano, sino un don gratuito de Dios. Efesios 2:8-9 nos enseña que somos salvos “por gracia, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
La gracia de Dios es lo que hace posible lo imposible. Lo que el ser humano no puede lograr por sí mismo, Dios lo hace posible mediante Su obra redentora en Cristo. Tito 3:5 reafirma esto al decir que “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia”. La salvación es completamente un acto soberano de Dios.
3. El sacrificio y la recompensa de los seguidores de Cristo (Lucas 18:28-30)
Pedro, hablando en nombre de los discípulos, le recuerda a Jesús que ellos “han dejado todo y lo han seguido” (Lucas 18:28). Esto refleja la disposición de los discípulos de renunciar a sus posesiones, familias y vidas pasadas para seguir a Cristo. Jesús responde con una promesa maravillosa: “De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, padres, hermanos, mujer o hijos por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna” (Lucas 18:29-30).
Aquí, Jesús promete que aquellos que hacen sacrificios por el Reino de Dios recibirán bendiciones no solo en esta vida, sino también en la eternidad. Esto se alinea con lo que Pablo dice en Romanos 8:18: “Las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. Aunque el costo de seguir a Jesús puede ser alto, la recompensa es infinitamente mayor.
Sin embargo, estas recompensas no se limitan a las riquezas materiales. Jesús está hablando de bendiciones espirituales que los creyentes experimentan al tener una relación con Dios. Filipenses 4:19 asegura que “mi Dios suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. La mayor bendición es la vida eterna, un don que no se puede comprar ni ganar, sino que se recibe únicamente por la gracia de Dios.
4. La gracia de Dios en la salvación
Este pasaje de Lucas 18 nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza de la gracia de Dios. La salvación es imposible para el ser humano porque todos estamos espiritualmente muertos (Efesios 2:1), pero es posible para Dios, porque Él es quien nos da vida y nos llama a sí mismo. La gracia es un regalo inmerecido. Romanos 5:8 nos recuerda: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
El sermón refuerza que la salvación no se basa en lo que hacemos o en lo que poseemos, sino en lo que Cristo ha hecho por nosotros. 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. La justicia que nos da acceso al Reino de Dios es la justicia de Cristo, no la nuestra.
5. Conclusión: La esperanza en lo posible para Dios
En conclusión, Lucas 18:24-30 es un recordatorio poderoso de que la salvación es completamente un acto de la gracia de Dios. Para los seres humanos, es imposible obtenerla mediante esfuerzos o méritos propios, pero lo que es imposible para nosotros, es posible para Dios. Este pasaje nos llama a confiar plenamente en Dios y a seguir a Cristo, sabiendo que Él nos ha dado la vida eterna como un regalo gratuito.
Hebreos 7:25 nos asegura que Jesús “puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios”, y esto es porque la obra de salvación está en sus manos.
“¿Cómo podré alcanzar la salvación?”, Lucas 18:18-23
El sermón titulado "¿Cómo podré alcanzar la salvación?" basado en Lucas 18:18-23 explora el encuentro entre Jesús y un hombre rico que, a pesar de sus logros y posición, enfrenta una profunda necesidad espiritual.
1. El enfoque de la salvación (Lucas 18:18)
El pasaje comienza con una pregunta fundamental que el hombre rico le hace a Jesús: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”. Esta pregunta encapsula el anhelo de muchas personas por encontrar la seguridad de la vida eterna. Sin embargo, en la doctrina de la gracia, la vida eterna no se obtiene por lo que hacemos, sino por lo que Dios ha hecho por nosotros. El enfoque del hombre está en sus propios esfuerzos, lo que refleja una dependencia en las obras.
Jesús responde con una corrección suave al principio: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno es bueno, sino solo Dios” (Lucas 18:19). Con esto, Jesús no está negando su divinidad, sino señalando que el hombre no entendía plenamente a quién estaba hablando. Jesús revela que la verdadera bondad solo pertenece a Dios, y para heredar la vida eterna, uno debe confiar en Dios, no en su propia bondad. Efesios 2:8-9 dice claramente: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
2. La superficialidad de la justicia propia (Lucas 18:20-21)
Jesús desafía al hombre mencionando los mandamientos: “No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre” (Lucas 18:20). El hombre rico responde con confianza: “Todo esto lo he guardado desde mi juventud” (Lucas 18:21). Su respuesta refleja una visión superficial de la ley de Dios. Aparentemente, este hombre había vivido una vida moralmente correcta, pero como enseña Romanos 3:23, “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. Nadie puede cumplir la ley de manera perfecta, y la verdadera justicia no viene de cumplir la ley externamente, sino de un corazón transformado.
La justicia propia del hombre, aunque moralmente correcta en apariencia, no era suficiente para alcanzar la salvación. Jesús ve más allá de las apariencias y se enfoca en lo que falta en el corazón del hombre: el amor total a Dios. Mateo 22:37 enseña: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Este amor profundo por Dios estaba ausente en el corazón del hombre rico, ya que su verdadera devoción estaba en sus posesiones.
3. El obstáculo de las riquezas (Lucas 18:22-23)
Jesús revela el verdadero problema del hombre: “Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” (Lucas 18:22). Con esto, Jesús no estaba diciendo que la salvación se obtiene por deshacerse de las riquezas, sino que estaba desenmascarando el ídolo en el corazón del hombre: su amor por las posesiones. 1 Timoteo 6:10 advierte: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero”. El problema no eran las riquezas en sí, sino el apego del hombre a ellas, que lo impedía amar plenamente a Dios.
La doctrina de la gracia enseña que ningún ídolo puede ocupar el lugar de Dios en el corazón. Éxodo 20:3 ordena: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. En este caso, el hombre rico tenía su corazón atado a sus posesiones, y por lo tanto, no podía seguir a Jesús con todo su ser. Cuando Jesús le pide que venda todo y lo siga, le está mostrando que la vida eterna implica dejar atrás todo lo que ocupa el lugar de Dios en el corazón.
El resultado fue que el hombre se “puso muy triste, porque era muy rico” (Lucas 18:23). La tristeza del hombre revela que sus riquezas eran más importantes para él que la vida eterna. Este es un recordatorio de que la gracia de Dios no puede ser ganada a través de las riquezas o las obras, sino que es un don gratuito para aquellos que están dispuestos a abandonar todo por Cristo. Mateo 16:24-26 enseña que “El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”.
4. La imposibilidad de la salvación humana (Lucas 18:24-25)
Jesús continúa diciendo: “Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas” (Lucas 18:24). Luego añade: “Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de Dios” (Lucas 18:25). Estas palabras no solo se aplican a los ricos en términos financieros, sino a cualquiera que dependa de algo fuera de Dios para su salvación. Las riquezas, en este caso, son una metáfora de cualquier cosa que impida a una persona depender completamente de Dios.
Sin embargo, lo que es imposible para el hombre es posible para Dios. Lucas 18:27 dice: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”. Este es el corazón de la doctrina de la gracia: la salvación no es algo que podamos lograr por nosotros mismos. Tito 3:5 nos recuerda: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia”. Solo Dios puede transformar el corazón y hacer posible lo imposible.
5. El llamado a seguir a Jesús (Lucas 18:22)
Cuando Jesús le dice al hombre: “Ven, sígueme” (Lucas 18:22), está ofreciendo la única vía para la salvación: la fe en Cristo. Este llamado es una invitación a abandonar todo lo que nos impide seguir a Cristo y confiar plenamente en Él. Juan 14:6 nos recuerda que Jesús es “el camino, la verdad y la vida”, y que nadie puede venir al Padre sino por Él.
En este pasaje, vemos que la verdadera salvación no se encuentra en cumplir reglas o acumular riquezas, sino en seguir a Jesús con un corazón entregado. Filipenses 3:8 muestra la actitud de Pablo hacia todo lo que una vez consideraba ganancia: “Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”.
6. Conclusión: La gracia que lo cambia todo
Este pasaje resalta la necesidad de una transformación total del corazón, que solo puede ser obra de la gracia de Dios. La pregunta “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” no puede ser respondida con esfuerzos humanos, sino con un reconocimiento humilde de que la salvación viene solo a través de la gracia de Dios, que se recibe por fe. Efesios 2:8 es claro: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”.
Así como el hombre rico fue confrontado con su amor por las riquezas, todos nosotros debemos preguntarnos: ¿Qué es lo que nos impide seguir plenamente a Jesús? La gracia de Dios nos llama a dejar todo ídolo atrás y seguir a Cristo, quien es la fuente de la vida eterna.
“Justicia propia versus humildad”, Lucas 18:9-14
El sermón “Justicia propia versus humildad” basado en Lucas 18:9-14 es una enseñanza profundamente significativa sobre la naturaleza de la humildad y el peligro de la justicia propia, todo visto desde la perspectiva de la gracia de Dios.
1. El propósito de la parábola (Lucas 18:9)
Jesús introduce la parábola con un propósito claro: “A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola”. Esta introducción establece las dos características principales de los que necesitan esta lección: primero, la confianza en uno mismo como justo, y segundo, el menosprecio hacia los demás. Estas dos actitudes son contrastadas con la verdadera humildad que agrada a Dios.
La doctrina de la gracia nos enseña que ningún ser humano puede justificarse a sí mismo ante Dios. Efesios 2:8-9 dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Jesús utiliza esta parábola para enseñar que la justificación no viene de nuestros méritos, sino por la gracia de Dios.
2. El fariseo: Un ejemplo de justicia propia (Lucas 18:10-12)
En la parábola, Jesús presenta a dos hombres que van al templo a orar. Uno de ellos es un fariseo, miembro de una secta religiosa conocida por su estricta observancia de la ley. El fariseo se pone en pie y ora: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. Ayuno dos veces a la semana, doy diezmo de todo lo que gano” (Lucas 18:11-12).
Esta oración revela varias cosas. Primero, el fariseo no ora a Dios, sino a sí mismo. La parábola dice que “oraba consigo mismo”, lo que refleja que su oración no estaba centrada en Dios, sino en su propio orgullo. Segundo, su justicia se basa en comparar su vida con la de otros, no en la santidad de Dios. Esta es una actitud común en la justicia propia: en lugar de medirnos con el estándar perfecto de Dios, nos medimos con las faltas de los demás para sentirnos superiores.
En contraste, Romanos 3:23 dice que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. Ninguna persona puede afirmar que ha alcanzado la justicia de Dios por sus propios medios. La gracia nos recuerda que, aunque nuestras obras pueden parecer buenas externamente, no pueden justificarnos delante de un Dios santo.
3. El publicano: Un ejemplo de humildad (Lucas 18:13)
El otro hombre en la parábola es un publicano, un recaudador de impuestos despreciado por la sociedad judía. El publicano, en lugar de ponerse en pie en una posición de orgullo, se queda a distancia, “no quería ni aún alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13).
Esta breve oración refleja un corazón humilde que reconoce su necesidad de la misericordia de Dios. El publicano no ofrece ninguna lista de logros, no se compara con otros, y no se excusa por sus pecados. Simplemente ruega a Dios por gracia y perdón. Este es el corazón que Dios busca: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:17).
Aquí vemos una ilustración clara de la doctrina de la justificación por la fe. El publicano no fue justificado por sus buenas obras o por su observancia de la ley, sino por su fe en la gracia de Dios. Romanos 5:1 dice: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. La fe del publicano en la misericordia de Dios lo lleva a ser justificado.
4. La enseñanza central: La gracia y la justificación (Lucas 18:14)
Jesús concluye la parábola con una enseñanza contundente: “Os digo que éste (el publicano) descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:14). Aquí Jesús subraya un principio que atraviesa toda la Escritura: Dios exalta a los humildes y humilla a los que confían en su propia justicia.
Este versículo encapsula la doctrina de la gracia: la salvación no es para los que confían en sus méritos, sino para los que reconocen su necesidad de la gracia de Dios. Santiago 4:6 dice: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. En otras palabras, la justificación no se basa en lo que hacemos, sino en lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo.
El fariseo, confiando en su justicia propia, fue rechazado, mientras que el publicano, que se humilló y pidió misericordia, fue justificado. Esto nos recuerda que “el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28). La justificación es un acto de gracia de parte de Dios, no algo que podamos ganar por nuestros esfuerzos.
5. La humildad y la gracia en acción
Esta parábola destaca que la verdadera humildad surge de una correcta comprensión de Dios y de nosotros mismos. El fariseo se comparaba con los demás y encontraba su consuelo en su propio desempeño, pero el publicano se comparaba con la santidad de Dios y se dio cuenta de su necesidad de misericordia. Esta es la esencia de la gracia: un regalo inmerecido que solo puede ser recibido por aquellos que reconocen su incapacidad de alcanzarlo por sí mismos.
Efesios 2:8-9 vuelve a recordarnos que “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. La gracia destruye cualquier noción de justicia propia. Nos lleva a una vida de humildad, donde entendemos que todo lo que tenemos es por la bondad de Dios y no por nuestros méritos.
6. Conclusión: La gracia que transforma
En resumen, la parábola de Lucas 18:9-14 nos enseña que la justificación viene solo a través de la gracia de Dios, no por nuestras obras o justicia propia. La humildad es la respuesta adecuada a la gracia de Dios, y es el corazón humilde el que será exaltado por Dios. El fariseo, confiando en sus logros, fue rechazado, mientras que el publicano, reconociendo su pecado, fue justificado por la gracia divina.
Esta parábola es una invitación para todos nosotros a examinarnos, no a la luz de nuestras propias obras, sino a la luz de la gracia de Dios. 1 Pedro 5:6 nos exhorta: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo”. La gracia de Dios no solo nos justifica, sino que también nos transforma, llevándonos a vivir vidas de verdadera humildad y dependencia en Él.
“La necesidad de perseverar en la oración”, Lucas 18:1-8
El sermón titulado “La necesidad de perseverar en la oración” basado en Lucas 18:1-8 se enfoca en la importancia de la oración continua y persistente, en especial mientras los creyentes esperan el regreso de Cristo.
1. El mandato de la perseverancia en la oración (Lucas 18:1)
El propósito claro de esta parábola es resaltar la necesidad de orar siempre y no desmayar. Jesús, conociendo la naturaleza humana y la tendencia a desanimarse ante la falta de respuestas inmediatas, subraya que la oración es esencial en la vida del creyente, no solo como un ejercicio religioso, sino como una expresión de dependencia total en Dios. La exhortación de orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17) no es simplemente una sugerencia, sino un mandato que refuerza la vitalidad espiritual.
En las doctrinas de la gracia, la perseverancia en la oración refleja la gracia de Dios obrando en el creyente. Como dice Pablo en Filipenses 2:13, “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. La gracia no solo nos salva, sino que nos impulsa a una vida de oración persistente, confiando en que Dios escucha y responde.
2. La ilustración de la parábola: El juez injusto y la viuda (Lucas 18:2-5)
En esta parábola, Jesús presenta a dos personajes: un juez injusto, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres, y una viuda que, desamparada y vulnerable, acude constantemente al juez en busca de justicia. La insistencia de la viuda, a pesar del rechazo inicial del juez, finalmente consigue que este le haga justicia, no porque le importe, sino porque quiere librarse de su persistencia.
Este ejemplo no es para comparar a Dios con el juez injusto, sino para mostrar que si un juez perverso concede justicia debido a la insistencia, ¿cuánto más Dios, que es justo y bondadoso, escuchará las oraciones de sus hijos? La gracia de Dios nos asegura que, a diferencia del juez injusto, Él está inclinado hacia nosotros en amor. En Isaías 30:18, leemos: “Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto será exaltado teniendo de vosotros misericordia”. Dios responde no por molestia, sino porque es misericordioso y justo.
3. La fe en el carácter de Dios (Lucas 18:6-7)
Jesús aclara que, a diferencia del juez injusto, Dios hará justicia a sus escogidos que claman a Él día y noche (Lucas 18:7). Aquí se introduce la relación especial que los creyentes tienen con Dios como sus escogidos. Esta es una referencia directa a las doctrinas de la gracia, donde Dios, en su soberanía, ha elegido a su pueblo desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4-5). Los escogidos no solo tienen acceso a Dios, sino que son llamados a una vida de dependencia constante, expresada a través de la oración.
Romanos 8:33 refuerza este punto: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica”. La justicia de Dios está garantizada para aquellos que son suyos, y la oración persistente es una demostración de fe en que Él cumplirá sus promesas.
4. El papel de la gracia en la perseverancia (Lucas 18:8)
Jesús promete que Dios **pronto les hará justicia** a aquellos que perseveran en oración. Esta certeza no se basa en el mérito humano, sino en la gracia divina. La gracia de Dios no solo garantiza nuestra salvación, sino también su intervención en nuestras vidas diarias. Romanos 5:2 nos recuerda que “por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”, y esta firmeza se demuestra en la perseverancia, incluso en la oración.
Sin embargo, Jesús plantea una pregunta desafiante al final del pasaje: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Esta pregunta resalta la necesidad de la fe genuina y perseverante. La gracia de Dios no solo nos salva, sino que nos sostiene en nuestra vida de fe. Efesios 2:8-9 enfatiza que la fe misma es un don de Dios: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”.
5. La gracia como motor de la oración persistente
A lo largo de esta parábola, la gracia de Dios se manifiesta de varias maneras. Primero, es la gracia la que nos impulsa a orar continuamente, reconociendo nuestra dependencia total de Dios. Segundo, es la gracia la que nos sostiene cuando nuestras oraciones no son respondidas de inmediato. Como dice Romanos 8:26, “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad”. Aun cuando no sabemos cómo orar, la gracia de Dios a través del Espíritu Santo nos guía.
Además, la parábola refuerza que no es por nuestros méritos que recibimos respuestas, sino por la bondad y justicia de Dios. Tito 3:5 nos recuerda que “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia”. Del mismo modo, la respuesta a nuestras oraciones no depende de cuán dignos seamos, sino de la gracia soberana de Dios.
6. Conclusión: La gracia que persevera
En resumen, Lucas 18:1-8 nos enseña la importancia de perseverar en la oración, no como un esfuerzo humano aislado, sino como una respuesta a la gracia de Dios en nuestras vidas. La oración persistente es una manifestación de la fe, una fe que es sostenida y fortalecida por la gracia divina. Aunque enfrentemos obstáculos, sabemos que Dios es justo, misericordioso y que pronto traerá justicia a sus escogidos.
La perseverancia en la oración, como todas las disciplinas espirituales, es el resultado de la gracia de Dios obrando en nosotros. Hebreos 4:16 nos invita a acercarnos confiadamente al trono de la gracia, “para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Esta gracia no solo nos salva, sino que también nos sostiene en nuestra vida de oración, recordándonos que, aunque el Hijo del Hombre tarde en regresar, nuestras oraciones no serán en vano.
“Acordaos de la mujer de Lot”, Lucas 17:31-37
El sermón "Acordaos de la mujer de Lot" basado en Lucas 17:31-37 explora la advertencia de Jesús sobre no mirar atrás cuando llegue el día del juicio, utilizando la historia de la mujer de Lot como un ejemplo impactante de la importancia de no apegarse a las cosas del mundo.
1. El contexto de la segunda venida de Cristo (Lucas 17:31)
Jesús enseña a sus discípulos acerca de su segunda venida y advierte que será un momento de juicio y separación. Él dice: “En aquel día, el que esté en la azotea y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo, no vuelva atrás” (Lucas 17:31). Este pasaje subraya la urgencia de estar preparados espiritualmente, y no dejarse distraer por las posesiones materiales o los apegos terrenales. Cuando llegue el día del juicio, la prioridad será la salvación, no las cosas de este mundo.
Jesús utiliza el ejemplo del terremoto o una emergencia para ilustrar cómo, en momentos de crisis, las personas dejan todo atrás para salvar sus vidas. De igual manera, en el día del Señor, aquellos que están apegados a sus posesiones terrenales demostrarán dónde están realmente sus corazones. Mateo 6:19-21 enseña: “No os hagáis tesoros en la tierra... sino hacéos tesoros en el cielo... porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Esta advertencia es un llamado a desapegarse de lo material y enfocarse en lo eterno.
2. La advertencia de no volver atrás: La mujer de Lot (Lucas 17:32)
Jesús dice de manera breve pero poderosa: “Acordaos de la mujer de Lot” (Lucas 17:32). Esta referencia a la esposa de Lot en Génesis 19:26, quien se convirtió en una estatua de sal al desobedecer la orden de no mirar atrás cuando Sodoma y Gomorra eran destruidas, sirve como una advertencia solemne para todos los creyentes. Mirar atrás simboliza un apego al mundo y una falta de fe en las promesas de Dios. Aunque Lot y su familia fueron advertidos y sacados de la ciudad por misericordia divina, la esposa de Lot miró hacia atrás, revelando su apego a su vida pasada en Sodoma.
Este acto de desobediencia y nostalgia por las cosas del mundo refleja el estado del corazón. 1 Juan 2:15 advierte: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. La mujer de Lot es un recordatorio trágico de que aquellos que aman más las cosas de este mundo que a Dios, no estarán preparados para el juicio.
3. La paradoja de perder para ganar (Lucas 17:33)
Jesús continúa diciendo: “Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará” (Lucas 17:33). Este principio paradójico es clave en el mensaje de Jesús. Aquellos que se aferran desesperadamente a sus vidas, posesiones y seguridad en este mundo, perderán la verdadera vida, la vida eterna. Por otro lado, aquellos que están dispuestos a renunciar a todo por causa de Cristo, recibirán la salvación.
Mateo 16:25-26 refuerza esta enseñanza al decir: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. ¿De qué le aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”. Aquí se ve claramente la doctrina de la gracia salvadora, donde la salvación no se obtiene por méritos humanos, sino por el abandono de todo lo terrenal en favor de la vida eterna ofrecida por Cristo. Aquellos que intentan salvarse a sí mismos por sus propios esfuerzos o apego al mundo descubrirán que han perdido la verdadera vida.
4. La separación en el día del juicio (Lucas 17:34-36)
Jesús describe un escenario en el que habrá una separación definitiva entre aquellos que son salvos y los que no lo son. “Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado” (Lucas 17:34). Esta imagen subraya que, incluso dentro de las relaciones más cercanas, habrá una separación basada en la fe. Uno será tomado en salvación, y el otro dejado para juicio.
Este pasaje también nos recuerda que el juicio de Dios será universal y personal, y que cada uno será responsable de su propia relación con Dios. Mateo 24:40-41 también habla de dos personas trabajando juntas, donde una será tomada y la otra dejada. Esto refleja el hecho de que la fe no se hereda ni se comparte automáticamente, sino que cada persona debe estar preparada para el regreso de Cristo.
5. La manifestación visible del juicio de Dios (Lucas 17:37)
Finalmente, los discípulos preguntan: “¿Dónde, Señor?” y Jesús responde: “Donde estuviera el cuerpo, allí se juntarán también las águilas” (Lucas 17:37). Esta respuesta parece extraña, pero utiliza una imagen común de los buitres reuniéndose alrededor de un cadáver para señalar que el juicio será evidente y que nadie podrá escapar de él. Así como los buitres indican la presencia de un cuerpo muerto, el regreso de Cristo será inconfundible y traerá juicio sobre los impíos.
Judas 14-15 también habla del regreso de Cristo para ejecutar juicio sobre los impíos: “He aquí, el Señor viene con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos y dejar convictos a todos los impíos”. Este juicio será global, abarcando todas las naciones y pueblos, y revelará la verdadera naturaleza de cada corazón.
6. Conclusión: La advertencia y la gracia de Dios
El sermón sobre Lucas 17:31-37 nos recuerda la seriedad del juicio venidero y la necesidad de estar preparados espiritualmente. Acordarnos de la mujer de Lot es un llamado a reflexionar sobre nuestros propios corazones: ¿Estamos apegados a las cosas de este mundo o estamos enfocados en las cosas eternas? Colosenses 3:1-2 dice: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba... poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”.
Este sermón es un llamado a desprendernos de los apegos terrenales y a fijar nuestros corazones en la gracia salvadora de Dios. Solo aquellos que están dispuestos a perder sus vidas por Cristo encontrarán la verdadera vida en Él.
“Como en los días de Noé”, Lucas 17:26-30
El sermón titulado “Como en los días de Noé” basado en Lucas 17:26-30 explora las similitudes entre las sociedades de los tiempos de Noé y Lot y la condición moral y espiritual de la humanidad antes del regreso de Jesucristo.
1. El contexto del regreso de Cristo (Lucas 17:20-24)
Jesús, en respuesta a los fariseos, explicó que el Reino de Dios ya había llegado de manera invisible y espiritual a través de su primera venida, pero que su segunda venida será visible y acompañada de señales claras (Lucas 17:20-24). El Reino de Dios, inicialmente manifestado de forma interna, será plenamente visible cuando Jesús regrese para juzgar al mundo y establecer su reino eterno. Esta enseñanza es un recordatorio de que la obra redentora de Cristo no solo apunta a la salvación individual, sino también al cumplimiento de un plan divino que involucra el juicio y la renovación de toda la creación.
En este contexto, la doctrina de la gracia nos enseña que el Reino de Dios no es algo que podamos ganar o merecer, sino que es un regalo dado por Dios a través de la obra de Cristo. Efesios 2:8-9 dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. El reino ya está presente en el corazón de aquellos que han sido regenerados por el Espíritu Santo, pero su manifestación plena se verá en el retorno de Cristo.
2. Los días de Noé y Lot: Sociedades indiferentes (Lucas 17:26-30)
Jesús compara los tiempos de su segunda venida con los días de Noé y Lot, dos períodos históricos donde las sociedades eran completamente indiferentes a Dios, a pesar de las advertencias del juicio inminente. “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban, y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos” (Lucas 17:26-27). De manera similar, los días de Lot se caracterizaban por una vida cotidiana normal y una indiferencia total hacia Dios, hasta que el juicio divino cayó sobre Sodoma y Gomorra (Lucas 17:28-29).
En estas comparaciones, Jesús no menciona pecados específicos en estos versículos, sino que señala una indiferencia generalizada hacia Dios y su juicio. Aunque las personas realizaban actividades cotidianas normales como comer, beber y casarse, lo que se subraya es su apatía hacia lo espiritual. El apóstol Pablo también advirtió sobre la indiferencia hacia las cosas eternas en 2 Corintios 4:18, diciendo: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. En este sentido, la indiferencia de estas sociedades reflejaba su incapacidad para discernir la urgencia de volverse a Dios antes de que fuera demasiado tarde.
3. El juicio divino: Inminente e inesperado (Lucas 17:30)
Jesús advierte que “así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Lucas 17:30). Al igual que en los tiempos de Noé y Lot, el juicio llegará de manera inesperada. En ambas situaciones, las personas continuaban con sus actividades diarias sin preocuparse por las advertencias del juicio, hasta que fue demasiado tarde. El diluvio y el fuego y azufre que destruyeron Sodoma y Gomorra llegaron súbitamente, sorprendiendo a aquellos que habían ignorado las advertencias divinas.
En la doctrina de la gracia, este juicio divino destaca la justicia de Dios frente al pecado, pero también su misericordia. 2 Pedro 3:9 nos dice: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. La gracia de Dios ofrece tiempo para que las personas se arrepientan, pero ese tiempo es limitado. El juicio es inevitable para aquellos que rechazan el mensaje de salvación.
4. La condición del corazón humano y la sociedad (Lucas 17:26-29)
El sermón enfatiza que tanto la sociedad antediluviana como la de Sodoma estaban profundamente corrompidas debido al pecado que habitaba en sus corazones. A pesar de los avances culturales o tecnológicos que pudiera haber en esos tiempos, el corazón humano seguía siendo pecaminoso. Génesis 6:5 describe la condición del mundo en los días de Noé: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”.
La depravación total es una doctrina central en la gracia, que afirma que el pecado ha afectado todas las áreas del ser humano: mente, emociones y voluntad. Debido a esta corrupción, el hombre, sin la intervención de la gracia de Dios, no puede volverse hacia Él. Romanos 3:10-12 dice: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios”. Esto se refleja en las sociedades de Noé y Lot, que ignoraban deliberadamente las advertencias divinas, y es un recordatorio de la necesidad urgente de la regeneración por medio del Espíritu Santo.
5. El llamado a la vigilancia espiritual (Lucas 17:31-37)
Finalmente, Jesús llama a sus oyentes a estar vigilantes y preparados para su regreso. Él advierte que en el día del Hijo del Hombre, uno será tomado y el otro será dejado (Lucas 17:34-35). Esta enseñanza subraya la urgencia de estar espiritualmente listos, porque el juicio de Dios será selectivo y definitivo.
En la doctrina de la gracia, esta vigilancia espiritual no se basa en nuestras propias fuerzas, sino en la obra de Dios en nosotros. Filipenses 2:12-13 nos recuerda que debemos “ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor”, pero añade que es “Dios quien produce en vosotros tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad”. La gracia de Dios nos capacita para estar preparados para el regreso de Cristo, dándonos tanto el deseo como la capacidad de vivir en santidad.
6. Conclusión: La necesidad de arrepentimiento y fe
Este sermón nos recuerda que, al igual que en los días de Noé y Lot, el juicio divino está cerca y que las señales de los tiempos actuales apuntan hacia la inminencia del regreso de Cristo. La indiferencia y apatía hacia Dios que caracterizan a nuestra sociedad no deben distraernos de la realidad del juicio que viene. Como cristianos, estamos llamados a vivir con una conciencia aguda de las cosas eternas, sabiendo que solo la gracia de Dios nos puede salvar.
Tito 2:11-13 dice: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”.
“En espera del reino”, Lucas 17:22-25
El sermón titulado “En espera del reino” basado en Lucas 17:22-25 profundiza en el tiempo de espera entre la primera y segunda venida de Cristo, destacando el anhelo de los creyentes por su regreso y las advertencias sobre los desafíos que enfrentarán en este período.
1. La inauguración del reino y su manifestación futura (Lucas 17:22-23)
Jesús habla a sus discípulos sobre el tiempo que vendrá cuando desearán ver uno de los “días del Hijo del Hombre” pero no lo verán (Lucas 17:22). Aquí, Jesús está refiriéndose al período entre su ascensión y su segunda venida. Durante este tiempo, los discípulos, y todos los creyentes, anhelarán su retorno y la plena manifestación de su reino. Este anhelo es una marca de los verdaderos hijos de Dios. Tito 2:13 nos recuerda que debemos estar “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”.
En su primera venida, Cristo inauguró el reino de Dios de manera espiritual (Lucas 17:20-21), pero la manifestación visible de este reino aún está por venir. Este concepto está profundamente arraigado en la doctrina de la gracia, donde se enseña que el reino de Dios es un regalo otorgado por la gracia de Dios, no algo que los seres humanos puedan lograr por su propio esfuerzo. La fe en Cristo y su obra redentora es lo que nos asegura la participación en este reino.
2. Advertencia sobre los falsos anuncios del regreso de Cristo (Lucas 17:23)
Jesús también advierte a sus discípulos que durante este período de espera habrá quienes digan: “Helo aquí” o “Helo allí”, pero les instruye: “No vayáis ni los sigáis” (Lucas 17:23). Esta advertencia es crucial en la enseñanza de Jesús sobre el peligro del engaño. Muchos vendrán pretendiendo ser el Mesías o anunciando su inminente regreso, pero los creyentes deben estar firmes en la verdad y no ser arrastrados por estos falsos profetas.
Mateo 24:24 también habla de “falsos cristos y falsos profetas” que harán grandes señales para engañar, si fuera posible, incluso a los escogidos. Aquí, la gracia preservadora de Dios juega un papel fundamental. Es Dios quien, por su gracia, mantiene a sus hijos firmes en la fe, protegiéndolos del engaño y preservándolos hasta el día de su regreso. Filipenses 1:6 afirma: “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
3. El regreso glorioso de Cristo (Lucas 17:24)
Jesús describe su regreso diciendo: “Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día” (Lucas 17:24). A diferencia de su primera venida, que fue humilde y en silencio, su segunda venida será gloriosa y visible para todo el mundo. Esta imagen del relámpago subraya que su regreso será repentino, universal y sin posibilidad de error o confusión.
La segunda venida de Cristo es el clímax del plan de redención de Dios, donde el reino que comenzó espiritualmente se manifestará plenamente. Apocalipsis 1:7 dice: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá”. La gracia de Dios no solo nos asegura la salvación, sino que también nos da la esperanza de participar en la gloria de este día. Romanos 8:18 nos recuerda: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.
4. El sufrimiento antes de la gloria (Lucas 17:25)
Antes de que esta gloriosa venida tenga lugar, Jesús recuerda a sus discípulos que primero “es necesario que padezca mucho y sea desechado por esta generación” (Lucas 17:25). Este sufrimiento fue central en la misión redentora de Cristo. A través de su muerte en la cruz, Jesús aseguró la salvación de los suyos y abrió el camino para la manifestación final de su reino.
La cruz es esencial en la doctrina de la gracia, porque es en la cruz donde la justicia de Dios y su gracia se encuentran. Isaías 53:5 profetiza el sufrimiento del Mesías: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados”. Cristo, al padecer por nosotros, nos otorgó la salvación que no podríamos haber obtenido por nuestros propios méritos. Su sacrificio es el fundamento sobre el cual se edifica nuestra esperanza en su regreso glorioso.
5. Conclusión: La espera y la vigilancia
Este sermón nos recuerda la importancia de esperar con paciencia y vigilancia el regreso de Cristo. Aunque el tiempo de espera puede estar lleno de desafíos y falsos anuncios, los creyentes deben mantenerse firmes en su fe, confiando en la promesa de que Cristo volverá. Hebreos 10:37 dice: “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”.
Durante este tiempo de espera, debemos depender de la gracia de Dios para perseverar y mantenernos fieles. 1 Pedro 1:13 nos exhorta: “Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”. La espera no es pasiva, sino activa, con una esperanza puesta plenamente en la obra y promesa de Cristo.
En resumen, este sermón nos llama a vivir en constante espera y preparación para el regreso de Cristo, confiando en la gracia de Dios para sostenernos y preservarnos hasta el día en que su reino se manifieste plenamente.
“¿Cuándo vendrá el reino de Dios?", Lucas 17:20-21
El sermón titulado “¿Cuándo vendrá el reino de Dios?” basado en Lucas 17:20-21 explora la naturaleza del Reino de Dios, la percepción errónea de los fariseos sobre el reino y la explicación de Jesús acerca de su presencia espiritual.
1. La pregunta de los fariseos (Lucas 17:20)
Los fariseos, interesados en la venida del reino de Dios, preguntan a Jesús “¿Cuándo había de venir el reino de Dios?” (Lucas 17:20). La pregunta revela su concepto erróneo del reino, pues lo entendían como un evento visible, acompañado de señales y manifestaciones externas de poder. Los fariseos creían que el reino de Dios implicaría una intervención política y militar que liberaría a Israel del dominio romano y establecería la supremacía del pueblo judío sobre las demás naciones.
Este concepto equivocado refleja un enfoque terrenal y materialista del reino, desconociendo su naturaleza espiritual. Juan 18:36 confirma que el reino de Cristo “no es de este mundo”, lo que indica que no se debe esperar que el reino se manifieste de manera material o política como los fariseos pensaban. Jesús vino a establecer un reino espiritual, comenzando en los corazones de los que creen en Él.
2. La respuesta de Jesús: El reino no vendrá con advertencia (Lucas 17:20-21)
Jesús responde a los fariseos aclarando que “el reino de Dios no vendrá con advertencia” (Lucas 17:20). Aquí, el término “advertencia” sugiere que el reino no llegará con señales visibles y externas, como esperaban los fariseos. La venida del reino no será acompañada de una revolución política ni de un despliegue de poder militar. En lugar de eso, el reino de Dios ya estaba presente, aunque de manera espiritual y no visible.
Jesús continúa diciendo: “ni dirán: ‘Helo aquí, o helo allí’; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:21). En esta declaración, Jesús señala que el reino ya había llegado en su persona y ministerio. Su presencia como el Mesías inauguraba el reino de Dios, pero no de la manera en que los fariseos lo esperaban. Mateo 12:28 dice: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios”. Este pasaje refuerza la idea de que el reino de Dios ya estaba presente en la persona de Jesús y en su obra de redención, aunque no de manera visible.
En la doctrina de la gracia, el reino de Dios es un don que se recibe por la fe, y su presencia espiritual se manifiesta en el corazón de los creyentes. Efesios 2:8-9 nos recuerda que somos salvos “por gracia, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Este reino no es algo que podamos ver con nuestros ojos físicos, sino que es el gobierno de Dios en los corazones de quienes han sido regenerados por el Espíritu Santo.
3. La naturaleza del reino: Un reino espiritual
La enseñanza de Jesús subraya que el reino de Dios tiene una naturaleza espiritual. No es un reino visible con fronteras, ejércitos o manifestaciones políticas. Es un reino en el que Dios gobierna en los corazones de su pueblo. Juan 3:3 dice: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. El nuevo nacimiento, que es una obra de la gracia de Dios en el corazón del hombre, es lo que permite a las personas entrar en el reino de Dios.
A lo largo del ministerio de Jesús, Él predicó acerca de este reino espiritual. Mateo 4:17 registra las primeras palabras de su ministerio: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. La cercanía del reino no se debía a una inminente revolución política, sino a la presencia de Jesús, quien inauguraba el reino a través de su vida, muerte y resurrección.
El Salmo 145:13 dice: “Tu reino es reino de todos los siglos, y tu señorío en todas las generaciones”. Este pasaje destaca la soberanía eterna de Dios sobre su creación, un reino que abarca tanto lo visible como lo invisible, y que es soberanamente gobernado por Dios.
4. El reino presente y el reino futuro
Aunque Jesús enseña que el reino ya estaba presente en su ministerio, también aclara que habrá una manifestación futura y visible de este reino cuando Él regrese. Este concepto es clave en la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la escatología, donde se habla del “ya pero todavía no” del reino de Dios. En su primera venida, Jesús inauguró el reino espiritualmente, pero la plenitud de este reino se manifestará en su segunda venida, cuando juzgará al mundo y establecerá su dominio eterno.
Filipenses 2:10-11 afirma que “en el nombre de Jesús se doblará toda rodilla... y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor”. Aunque actualmente su reino es espiritual y no todos lo reconocen, llegará el día en que todos se someterán a su autoridad y su reino será visible y glorioso.
5. Conclusión: El reino de Dios en el presente
El sermón sobre Lucas 17:20-21 nos recuerda que el reino de Dios ya está presente, pero no como un reino visible o político. Es un reino espiritual, donde Dios gobierna en los corazones de aquellos que han sido redimidos por Cristo. Colosenses 1:13 nos dice que Dios “nos libró de la potestad de las tinieblas, y nos trasladó al reino de su amado Hijo”. Este traslado al reino de Dios es una obra de su gracia, que transforma nuestro corazón y nos hace ciudadanos de su reino celestial.
Este sermón nos llama a vivir conscientes de la presencia del reino de Dios entre nosotros y a someternos a su señorío, confiando en que, aunque no lo veamos plenamente ahora, su reino se manifestará en toda su gloria cuando Cristo regrese.
“Diez sanados, uno salvado”, Lucas 17:11-19
El sermón "Diez sanados, uno salvado" basado en Lucas 17:11-19 describe el encuentro de Jesús con diez leprosos y cómo solo uno de ellos regresó para agradecer, mostrando una profunda lección espiritual.
1. El contexto del milagro (Lucas 17:11-12)
El relato comienza con Jesús viajando hacia Jerusalén y pasando por la región entre Samaria y Galilea. En su camino, se encuentra con diez leprosos que, por su enfermedad, se mantenían a distancia, cumpliendo con las leyes levíticas de aislamiento (Levítico 13:45-46). Estos hombres, en su desesperación, gritan: “Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros” (Lucas 17:13). Aquí vemos un reconocimiento de la autoridad de Jesús y una súplica por su compasión, un tema central en los milagros de sanidad de Jesús.
La doctrina de la gracia se manifiesta en esta súplica. Estos leprosos no tenían derecho alguno a exigir nada de Jesús; simplemente apelan a su misericordia, reconociendo que su única esperanza está en la gracia de Dios. Efesios 2:8-9 nos recuerda que “por gracia sois salvos por medio de la fe”, lo cual es evidente en este encuentro. Ellos se acercan a Jesús con la fe de que Él tiene el poder para sanar.
2. La sanidad de los diez (Lucas 17:14)
Jesús les da una instrucción peculiar: “Id, mostraos a los sacerdotes” (Lucas 17:14). Esta orden era conforme a la Ley de Moisés, que requería que los leprosos sanados fueran verificados por los sacerdotes antes de ser reintegrados a la sociedad (Levítico 14:2-4). Sin embargo, en este caso, los leprosos fueron sanados mientras iban de camino, mostrando que su obediencia a la palabra de Jesús fue clave para su sanidad. No vieron el milagro de inmediato, sino que creyeron y obedecieron antes de recibir la sanidad.
Esta sanidad representa el poder transformador de la gracia. Romanos 4:3 describe cómo Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. De manera similar, los leprosos creyeron en la palabra de Jesús y recibieron la sanidad como un acto de su gracia. Sin embargo, como veremos, no todos respondieron con fe genuina.
3. La gratitud y el reconocimiento de Dios (Lucas 17:15-16)
De los diez leprosos, solo uno, un samaritano, regresó para agradecer a Jesús. Se postró a sus pies, glorificando a Dios en alta voz y dándole gracias (Lucas 17:15-16). Este acto de adoración y gratitud es un reflejo de su reconocimiento de que la sanidad no fue solo un acto físico, sino una manifestación del poder divino de Jesús. El hecho de que este hombre fuera un samaritano añade un peso adicional, ya que los samaritanos y los judíos no se relacionaban, lo que hace que este acto sea más significativo.
Aquí se manifiesta la doctrina de la gracia salvadora. Mientras que los otros nueve recibieron la sanidad física, solo este hombre experimentó una transformación espiritual. Su regreso a Jesús y su adoración revelan una fe genuina que va más allá de la sanidad temporal. Efesios 2:4-5 nos recuerda que “Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo”. Este hombre fue no solo sanado físicamente, sino también espiritualmente.
4. La ingratitud de los otros nueve (Lucas 17:17-18)
Jesús se sorprende de que solo uno de los diez haya regresado para dar gracias, y lo hace notar con estas palabras: “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?” (Lucas 17:17). Los otros nueve leprosos recibieron la sanidad física, pero no sintieron la necesidad de volver a Jesús. Aquí vemos una diferencia crucial entre la fe superficial y la fe salvadora. Los nueve leprosos recibieron la gracia común de la sanidad, pero no experimentaron la gracia salvadora que transforma el corazón.
La gracia común es un concepto teológico que se refiere a las bendiciones que Dios da a todos los seres humanos, independientemente de su relación con Él. Mateo 5:45 nos dice que Dios “hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos”. Sin embargo, la gracia salvadora es aquella que lleva al reconocimiento de Cristo como Señor y Salvador, lo que faltaba en los otros nueve leprosos.
5. La salvación del samaritano (Lucas 17:19)
Finalmente, Jesús le dice al samaritano: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (Lucas 17:19). La palabra griega usada aquí para “salvado” es sózó, que se refiere no solo a la sanidad física, sino a la salvación espiritual. Este hombre, que había regresado a Jesús con gratitud, no solo fue sanado de su lepra, sino que recibió el don de la salvación.
En contraste con los nueve leprosos que solo recibieron una sanidad temporal, este hombre experimentó la gracia transformadora de Dios que lo salvó eternamente. Romanos 10:9 dice que “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. Este samaritano no solo creyó en el poder de Jesús para sanar, sino que reconoció a Jesús como el Hijo de Dios, el único que podía salvarlo eternamente.
6. Conclusión: La gracia de Dios y la fe genuina
El sermón sobre Lucas 17:11-19 nos recuerda que muchos pueden experimentar las bendiciones de Dios sin llegar a conocer verdaderamente al Dador de esas bendiciones. La gracia común de Dios está disponible para todos, pero solo aquellos que reconocen a Jesús como Señor y Salvador reciben la gracia salvadora que transforma vidas. Este pasaje destaca que la fe genuina no solo se contenta con recibir las bendiciones de Dios, sino que lleva al reconocimiento de su majestad y poder.
Este sermón nos llama a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra fe: ¿Buscamos a Dios solo por lo que puede hacer por nosotros o lo buscamos porque reconocemos que solo en Él hay salvación? La gracia de Dios es la que nos atrae a Él, y solo aquellos que responden con fe genuina, como el samaritano, experimentarán la salvación eterna.
“Solo somos siervos inútiles" Lucas 17:7-10
El sermón "Sólo somos siervos inútiles" basado en Lucas 17:7-10 trata sobre la humildad en el servicio a Dios y la correcta actitud de los creyentes hacia su obediencia y responsabilidades.
1. El contexto del servicio (Lucas 17:7-9)
Jesús introduce esta enseñanza con una parábola que tiene lugar en un contexto agrícola, típico del siglo I, donde los siervos trabajaban para sus amos. Jesús pregunta: “¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa?” (Lucas 17:7). La respuesta implícita es que ningún amo trataría de esa manera a su siervo, ya que el deber del siervo era seguir sirviendo hasta que su amo estuviera satisfecho. No se esperaba que el amo agradeciera al siervo por hacer lo que era su obligación.
En esta parábola, Jesús destaca la relación del creyente con Dios. Como siervos de Dios, estamos llamados a obedecer y cumplir con nuestras responsabilidades sin esperar reconocimiento o recompensa inmediata. Efesios 2:10 dice: “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Nuestro servicio es un deber que debemos realizar con gratitud, sabiendo que todo lo que hacemos es por la gracia de Dios.
2. El concepto de “siervos inútiles” (Lucas 17:10)
Jesús enseña que después de hacer todo lo que se nos ha mandado, debemos decir: “Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lucas 17:10). La frase “siervos inútiles” no significa que el servicio no tenga valor, sino que no tiene mérito propio delante de Dios. Lo que hacemos por Dios es simplemente lo que ya se nos ha mandado, y no añade nada al mérito de nuestra salvación. Este es un recordatorio de que nuestra salvación no depende de nuestras obras, sino de la gracia de Dios.
Isaías 64:6 dice que nuestras mejores obras son como “trapos de inmundicia” delante de Dios. Esto subraya que, aunque estamos llamados a servir con diligencia, no debemos pensar que nuestras obras nos hacen merecedores de la salvación o del favor divino. Efesios 2:8-9 nos recuerda que “por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
3. La doctrina de la gracia en el servicio
Esta enseñanza de Jesús subraya una verdad central de las doctrinas de la gracia: todo lo que hacemos como creyentes es resultado de la gracia de Dios que obra en nosotros. No podemos reclamar mérito o recompensa por nuestro servicio porque es Dios quien nos capacita para hacerlo. Filipenses 2:13 dice: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Todo nuestro servicio, nuestra obediencia y nuestra devoción a Dios son fruto de su gracia en nuestras vidas.
El concepto de mérito queda excluido en la vida cristiana. En muchas religiones o sistemas de pensamiento, las buenas obras se ven como una forma de acumular mérito delante de la deidad o para obtener favores divinos. Pero en el cristianismo, todas nuestras buenas obras son simplemente una respuesta a la gracia que ya hemos recibido. Tito 3:5 nos recuerda: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia”.
4. La humildad en el servicio
La parábola también nos enseña acerca de la humildad. A menudo, los seres humanos buscamos reconocimiento y gratitud por nuestras acciones, pero Jesús nos llama a servir sin esperar nada a cambio. Mateo 6:1 advierte: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos”. El servicio genuino a Dios debe ser desinteresado, enfocado en glorificar a Dios y no en recibir elogios o recompensas.
La humildad es una virtud central en la vida cristiana. Filipenses 2:3 nos exhorta a “hacer nada por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”. Este tipo de humildad solo es posible cuando reconocemos que todo lo que somos y tenemos proviene de la gracia de Dios.
5. El deber de servir a Dios sin esperar recompensa
Jesús deja claro que no estamos en una posición de negociar con Dios. No podemos hacer un trato en el que le ofrecemos nuestro servicio a cambio de bendiciones o favores. Romanos 11:35 pregunta retóricamente: “¿O quién le dio a él primero, para que le sea recompensado?”. Dios no nos debe nada, y cualquier recompensa que recibamos es un acto de su pura gracia, no de nuestro mérito.
Esta verdad confronta el orgullo humano. Somos propensos a pensar que merecemos algo por nuestros esfuerzos, pero Jesús nos llama a reconocer que todo lo que hacemos es simplemente nuestro deber. Romanos 12:1 nos exhorta a presentar nuestros cuerpos como “sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Nuestro servicio es una respuesta lógica y natural a la gracia que hemos recibido.
6. Conclusión: Servir por la gracia de Dios
El sermón sobre Lucas 17:7-10 nos recuerda que somos llamados a servir a Dios con humildad y gratitud, sin esperar reconocimiento ni recompensa. Todo lo que hacemos es por la gracia de Dios que obra en nosotros, y no tenemos derecho a reclamar mérito por nuestras acciones. Como siervos de Dios, nuestro deber es obedecer y servir, confiando en que cualquier recompensa que recibamos será por la pura gracia y misericordia de Dios.
1 Corintios 15:10 resume este principio: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo”. Todo lo que somos y todo lo que hacemos está arraigado en la gracia de Dios.
Lecciones sobre la vida cristiana, Lucas 17:1-6
El sermón "Lecciones sobre la vida cristiana" basado en Lucas 17:1-6 ofrece varias enseñanzas esenciales sobre la vida cristiana, centrando la atención en la advertencia contra ser causa de tropiezo, la instrucción sobre el perdón y la exhortación a tener fe en Dios.
1. Advertencia contra ser tropiezo (Lucas 17:1-2)
Jesús comienza enseñando que es inevitable que existan tropiezos en el camino del creyente, pero añade una solemne advertencia: “¡Ay de aquel por quien vienen!” (Lucas 17:1). Ser un tropiezo para otros, especialmente para los creyentes más débiles, es algo muy grave a los ojos de Dios. Jesús llega a decir que sería mejor “que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar” (Lucas 17:2), lo que destaca la seriedad de causar la caída de uno de sus “pequeños”.
En la doctrina de la gracia, esta advertencia subraya la responsabilidad que los creyentes tienen de cuidarse unos a otros. No somos llamados a vivir nuestra fe en aislamiento, sino en comunidad, y debemos ser conscientes de cómo nuestras acciones pueden influir en los demás. Romanos 14:13 dice: “No pongáis tropiezo u ocasión de caer al hermano”. El amor que fluye de la gracia de Dios nos lleva a evitar cualquier conducta que pueda hacer tropezar a otros en su fe.
2. Instrucción sobre el perdón (Lucas 17:3-4)
Jesús enseña sobre la importancia del perdón en las relaciones interpersonales dentro de la comunidad de creyentes. Él dice: “Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale” (Lucas 17:3). Esta instrucción es doble: primero, hay una responsabilidad de confrontar el pecado, pero siempre con la intención de restauración. Luego, si la persona se arrepiente, estamos llamados a perdonar. Este perdón debe ser continuo, ya que Jesús añade que si el hermano peca “siete veces al día” y se arrepiente, debemos perdonarlo cada vez (Lucas 17:4).
La gracia de Dios nos capacita para este tipo de perdón. Así como hemos sido perdonados por Dios en Cristo, estamos llamados a perdonar a otros. Efesios 4:32 dice: “Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. El perdón no es opcional para el creyente; es una respuesta natural a la gracia que hemos recibido.
3. La exhortación a la fe (Lucas 17:5-6)
Al escuchar la enseñanza de Jesús sobre el perdón, los discípulos, conscientes de su propia incapacidad, claman: “Auméntanos la fe” (Lucas 17:5). Jesús responde que si tuvieran fe como un grano de mostaza, podrían decirle a un árbol que se desarraigue y se plante en el mar, y este les obedecería (Lucas 17:6). Esta respuesta subraya que no es la cantidad de fe lo que importa, sino la presencia de una fe genuina. Incluso la fe más pequeña, si es auténtica, tiene el poder de hacer lo imposible, porque se basa en el poder de Dios y no en las capacidades humanas.
En la doctrina de la gracia, esto nos enseña que la fe no es un logro humano, sino un don de Dios. Efesios 2:8 dice: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. Aunque los discípulos sentían que necesitaban más fe, Jesús les muestra que la verdadera fe, por pequeña que sea, es suficiente cuando está dirigida a Dios. Hebreos 11:6 nos recuerda que “sin fe es imposible agradar a Dios”, lo que destaca la necesidad de confiar completamente en Él.
4. Conclusión: Fe, perdón y responsabilidad en la comunidad cristiana
Este sermón subraya tres lecciones cruciales para la vida cristiana: evitar ser causa de tropiezo, practicar el perdón de manera continua y confiar en el poder de la fe. Cada una de estas lecciones está enraizada en la gracia de Dios, que nos capacita para vivir de acuerdo con los altos estándares que Jesús establece. Sin la gracia de Dios, no podríamos evitar ser tropiezo, ni podríamos perdonar de la manera que Jesús nos llama a hacerlo, ni tener la fe necesaria para enfrentar los desafíos de la vida cristiana.
Al final, todo esto apunta hacia la dependencia total en la gracia de Dios. Somos siervos que no tienen mérito propio, pero hemos sido llamados por la gracia de Dios para vivir una vida que refleje su amor, perdón y poder transformador. 2 Corintios 12:9 nos recuerda: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Este sermón nos llama a depender completamente de la gracia de Dios para poder vivir una vida cristiana auténtica y fructífera.
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